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Homenaje a los pioneros de la inteligencia artificial

El reciente Premio Nobel de Física otorgado a John Hopfield y Geoffrey Hinton es un testimonio del extraordinario impacto que ha tenido la inteligencia artificial (IA) en el mundo. Su investigación pionera en redes neuronales ha sentado las bases para los notables avances en IA que vemos hoy. Desde los autos que se conducen solos, hasta los diagnósticos médicos, esta revolucionaria herramienta ha transformado el mundo de maneras profundas. Sin embargo, sus beneficios conllevan riesgos significativos, y debemos abordarlos con cuidado para garantizar que la tecnología sea una fuerza para el bien.

Una de las preocupaciones más urgentes es la posibilidad de que la IA se use indebidamente con fines maliciosos. En las manos equivocadas, puede convertirse en un arma letal capaz de provocar un enorme daño no solo a las personas, sino a sociedades enteras. Los deepfakes, por ejemplo, se utilizan cada vez más para manipular la información y socavar la confianza. Estos videos e imágenes falsos hiperrealistas ya se han utilizado en campañas de desinformación, tácticas de difamación política y violencia de género, lo cual se presta para erosionar los cimientos de la democracia al confundir a la población y sembrar división. De manera similar, las armas autónomas impulsadas por IA, denominadas “robots asesinos”, podrían conducir a escaladas incontrolables en los conflictos militares, donde las máquinas, en lugar de los humanos, deciden resultados de vida o muerte.

Los riesgos no son solo geopolíticos o distópicos, también lo son para el desarrollo humano debido a su inevitable conexión con la vida cotidiana. Los sistemas de IA ya se han integrado en procesos como la contratación, la aprobación de préstamos y la aplicación de la ley, pero su uso a menudo perpetúa sesgos que refuerzan las desigualdades sociales. Los algoritmos entrenados con datos sesgados pueden perpetuar estereotipos nocivos, lo que conduce a la discriminación contra las comunidades marginadas. Esto es particularmente alarmante cuando la toma de decisiones de la IA carece de transparencia o rendición de cuentas. Si no se controlan, estos sesgos podrían arraigar la discriminación sistémica, lo que dificultaría el logro de la equidad en la sociedad.

Otro problema es el rápido desplazamiento de puestos de trabajo. A medida que los sistemas robotizados se vuelven más capaces, muchos puestos que tradicionalmente desempeñaban los seres humanos (especialmente en sectores como la manufactura, el transporte y la atención al cliente) corren el riesgo de ser automatizados. Esto podría provocar importantes pérdidas de empleo, que afectarían desproporcionadamente a los trabajadores menos cualificados y ampliarían la brecha salarial. Aunque la IA tiene el potencial de crear nuevas oportunidades e impulsar el crecimiento económico, estos beneficios no se distribuirán de forma uniforme a menos que se adopten medidas proactivas. Se deben priorizar programas con el objetivo de preparar a la fuerza laboral para la economía cambiante. Si no se interviene, es posible que veamos una mayor desigualdad a medida que sectores enteros de la fuerza laboral se encuentren sin las habilidades necesarias para competir en un mundo impulsado por sistemas informáticos.

No obstante, en medio de estos desafíos, la IA también ofrece inmensos beneficios potenciales. En el campo de la investigación del cerebro, está transformando nuestra comprensión de las enfermedades relacionadas con la edad, como el Alzheimer, el Parkinson y otras enfermedades neurodegenerativas. Su capacidad para analizar grandes cantidades de datos médicos, puede llevar al descubrimiento de patrones que de otro modo podrían pasar desapercibidos, lo que permite diagnósticos más tempranos y planes de tratamiento más personalizados. Esto podría mejorar drásticamente la calidad de vida de millones de personas mayores en todo el mundo.

Para aprovechar plenamente su potencial, es esencial enfrentar sus riesgos de manera proactiva y garantizar un desarrollo responsable. Los sistemas de IA deben diseñarse con un enfoque en los derechos humanos y la equidad, asegurando que los datos utilizados para entrenar modelos no perpetúen sesgos ni injusticias. La inclusión y diversidad en los conjuntos de datos son fundamentales para evitar que la tecnología refuerce desigualdades preexistentes.

Además, es crucial implementar regulaciones claras que promuevan la transparencia y la rendición de cuentas, especialmente en áreas sensibles como la salud y la justicia. Las leyes deben evolucionar junto con la tecnología, adaptándose a los rápidos avances para garantizar su uso ético y responsable.

La inversión en investigación sobre la seguridad y la ética de la IA también es esencial para identificar riesgos antes de que se materialicen. Asimismo, es importante educar al público sobre su verdadero potencial y limitaciones para fomentar un debate informado. La cooperación internacional es vital para establecer estándares globales y garantizar que sus beneficios lleguen a todos, sin importar el nivel de desarrollo tecnológico de cada región.

Cabe señalar que incluso los propios pioneros de la IA han expresado inquietudes sobre los riesgos potenciales. Geoffrey Hinton, considerado el “padrino de la IA”, ha expresado serias preocupaciones sobre la amenaza existencial que plantea su desarrollo si no se controla. Estas advertencias, que provienen de las mismas personas que ayudaron a crear esta tecnología, subrayan la urgencia de implementar salvaguardas.

Si bien la IA tiene el poder de revolucionar campos que van desde la atención médica hasta el transporte, sus riesgos no se pueden ignorar. Si adoptamos un enfoque proactivo, ético y cooperativo, podemos guiar su desarrollo de una manera que maximice sus beneficios y minimice sus peligros. El futuro de la IA es incierto, pero si tomamos las medidas adecuadas, podemos garantizar que siga siendo una herramienta para el progreso y ayude a construir un mundo más equitativo y sostenible para todos.

La autora es investigadora científica en Neurociencias del INDICASAT AIP e integrante de la Fundación Ciencia en Panamá


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