Rodeada de institutores, de rostros aparentemente adustos, algunos surcados de arrugas que evocan experiencia, se esconden, furtivos, las caritas de aquellos adolescentes idealistas, de aquellos escolares que cambiaron el rumbo de nuestra historia. Con ellos viví el más emotivo 9 de enero.
Desde su publicación, es marcada la influencia de la obra 9 de enero: lo que no me contaron, de la autora Wendy Tribaldos, en versión impresa, en edición gratuita en PDF y a través de un audiolibro inspirado en la enjundiosa obra, producido por Jóvenes Unidos por la Educación (JUxLaE).
Cuarenta miembros y voluntarios unen sus voces juveniles para crear una pieza que reconstruye de manera prolija el contexto en el que tuvieran lugar los acontecimientos de enero de 1964 con un saldo de 21 panameños muertos y 4 norteamericanos fallecidos, así como el rompimiento de relaciones diplomáticas de Panamá con Estados Unidos.
La historia es un recuento de hechos, reflejo de los ojos de quienes la miran. Pero ¿qué tal si vivimos la historia? Estar el 9 de enero en el Instituto Nacional, escenario desde donde parte la marcha histórica no solamente es un privilegio. Es un deber patriótico. Al observar la majestuosidad de un monumento nacional que alberga una histórica escuela; e imaginarse a los jóvenes aguiluchos enardecidos ante la falta de cumplimiento del acuerdo Chiari-Kennedy, es fácil sumergirse en el recuento de la historia.
Emprender “la ruta de la soberanía”, con los otrora estudiantes, acompañados por otros jóvenes, en esta ocasión, ya no de la generación de 1964 si no de la de 2023, habla de una lucha de una juventud que no claudica, que se llena de esperanza, que se inspira, que se empina sobre el statu quo, que se revela y que abre trochas que trastocan el rumbo de la historia. Haber podido subir por la calle Gorgas; tener la oportunidad de cantar el himno nacional como ellos lo hicieron frente a la entonces casa del gobernador, hoy residencia que ocupa para sus actos especiales el administrador del Canal de Panamá, no tiene precio. Haber ingresado a un costado del edificio de la Administración del Canal; ver ondear a media asta la enseña nacional, homenaje póstumo en memoria de aquellos que hoy no nos acompañan es un oportuno recordatorio que la historia es un receptáculo de recuerdos, que se fortalece en la vivencia cívica. Llegar a la llama eterna, ubicada en el epicentro de los hechos acaecidos en la Escuela Superior de Balboa, rodeada de los nombres de los 21 fallecidos, acompañados por los héroes del 9 de enero que hoy tenemos con nosotros, es un oportuno recordatorio que la historia no solamente la hacen quienes ya no están sino que la escriben, asimismo, quienes son historia viva. Panamá no solamente debe reverenciar a los mártires sino también a los héroes del 9 de enero. “La ruta de la soberanía” no es una quimera ni un recuerdo vago en la memoria histórica. Es una corta distancia que cambió el rumbo de nuestro devenir.
Hoy nos preguntamos ¿Qué es ser panameño? ¿Qué es ser ciudadano? Inicia la ciudadanía reconociendo a quienes nos han dado tanto y que, desafortunadamente, a lo largo de los años, han recibido exiguas muestras de gratitud. Que la historia viva sea parte del aprendizaje de nuestros párvulos, niños, niñas y adolescentes. Que el debate de las ideas y el pensamiento crítico se cultive en homenaje a los héroes de enero. Que los héroes del 9 de enero sean visitantes de honor en nuestras escuelas.
En todo acto conmemorativo del 9 de enero debe haber un espacio para los familiares de los mártires y uno más grande aún para los que hoy nos acompañan. Son los que con ojos húmedos relatan su experiencia. Hombres y mujeres valiosos, versiones más adultas de aquello jovenzuelos, que con el pecho descubierto y con la Patria en la garganta, con la valentía que muchas veces nos ha faltado como pueblo, en medio de voces hostiles, tuvieron la entereza de gritar desde sus bisoños 17 años: ¡Panamá es soberana en la Zona del Canal!
La autora es presidenta de la Fundación para el Desarrollo Económico y Social