Hoy por hoy



La pandemia cambió muchas cosas, como el trabajo. Ahora el mundo navega en las aguas de un nuevo escenario, uno cuyo centro es la tecnología y el conocimiento. Este repentino salto tomó a Panamá desprevenido, pues tenemos una brecha entre los profesionales del campo de la tecnología (que se necesitan) y los que generan las universidades. Ello, sin contar que nuestros profesionales se gradúan con deficiencias, producto de una educación arcaica. La falta de conocimientos está convirtiendo a Panamá en una aldea, sin importar lo alto que sean sus rascacielos. La incompetencia de las autoridades, el conformismo de la empresa privada y la indiferencia de los ciudadanos están lejos de promover los cambios que requiere la educación, cuyo mayor mérito es enseñar a leer y escribir, pero incapaz de ofrecer el pragmatismo necesario para enfrentar la nueva realidad, pues en muchos casos, nuestros profesionales no son más que ignorantes funcionales, sin más oportunidad que la que ofrecen unas pocas herramientas emanadas de una educación que, comparada con el conocimiento actual, parece de la Edad de Piedra. O hacemos algo para ponernos al día o tendremos ingenieros que, carentes de habilidades, solo serán una botella en algún gobierno.

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