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Hoy por Hoy

Si hay algo que ha quedado muy claro en el juicio que se inició ayer en el caso New Business, es el deseo de al menos uno de los acusados de que no se celebre bajo ninguna circunstancia. Tanto así que ayer, en un intento por detener el juicio, se buscaron a un abogado que no guarda ni una relación con este proceso, pero que hace 17 años mantuvo una relación con la juez de la causa. Este abogado –cuya única carta de presentación es ese hecho fortuito– también pidió absurdamente posponer el juicio para conocer el expediente, sin contar el patético papel que representó al reconocer que no conocía el caso o, en medio de la audiencia, pedir recesos para sus necesidades fisiológicas. A cualquiera de los abogados de su “dream team” seguramente le paga en un día lo que gana el fiscal en un mes, para supuestamente obtener la mejor defensa, pero lo que vemos son bribonadas legales de pésimo gusto; ruines acciones que delatan una cobardía sin parangón; faltas elementales a la ética, y una ausencia de dignidad y de actuación profesional que raya en lo vomitivo. Sus abogados dejarán huellas, sí, pero no por lo brillante de su defensa, sino por convertirse en clones de su pusilánime e impresentable cliente.

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