En tiempos de desinformación, la claridad es un acto de defensa. La Comisión Marítima Federal de Estados Unidos ha puesto al Canal de Panamá en la mira de una investigación que parece ignorar lo evidente: el Canal es panameño, opera con neutralidad y enfrenta desafíos que no dependen de la voluntad de un solo país.
El presidente Donald Trump insiste en “retomar” su control bajo la falsa premisa de una injerencia china. La misma Comisión advierte sobre interrupciones en su operación, pero sin señalar lo obvio: los canales artificiales dependen de condiciones naturales, y Panamá no es responsable ni de la sequía ni del cambio climático que otros se empeñan en negar.
Ante este tipo de discursos, la respuesta no puede ser tímida. La Autoridad del Canal de Panamá y el Estado panameño deben reafirmar con firmeza que la vía interoceánica sigue funcionando bajo los términos del Tratado de Neutralidad y que no puede ser rehén de agendas ajenas a su realidad.