La generación de nuevos contratos laborales en Panamá muestra señales de mejoría, pero estamos lejos de recuperar los niveles de empleo previos a la pandemia. De acuerdo con el Banco Mundial, el país sigue rezagado frente a sus pares regionales, especialmente en el segmento más vulnerable: los jóvenes.
La falta de empleo formal no es solo un problema económico; es quizás la principal preocupación de los panameños y una amenaza al desarrollo del país. Más del 60% de los jóvenes trabaja hoy en la informalidad, con ingresos bajos y escasas posibilidades de crecer profesionalmente. Esta realidad mina la esperanza y retrasa la construcción de una sociedad más equitativa.
Nuestra responsabilidad como nación es garantizar que las nuevas generaciones puedan desarrollar todo su potencial. Para lograrlo, necesitamos paz social, un entorno de estabilidad y que los líderes políticos —en gobierno y oposición— actúen con responsabilidad y visión de país. Crear empleo de calidad exige también impulsar la inversión privada, fortalecer la estabilidad jurídica, reducir la burocracia y apostar por la educación y la capacitación. Solo así podremos ofrecer a los jóvenes un futuro de oportunidades reales.
