Como cucaracha en baile de gallinas. La venta de los puertos de Balboa y Cristóbal es apenas una pieza de una transacción global de casi 23 mil millones de dólares, cerca de la mitad de nuestra ya inflada deuda externa y un cuarto del PIB de Panamá. Para ponerlo en perspectiva, esta operación es cercana a los aportes del Canal de Panamá al Estado en los últimos 24 años, una muestra de que, aunque el país juega un papel clave en el comercio global, seguimos siendo piezas menores en las grandes decisiones.
Si esta venta tuvo algo que ver con la presión de la administración Trump sobre la presencia china en la región, nunca lo sabremos con certeza. Lo que sí debería quedar claro es que ese argumento geopolítico ya perdió sentido. Ahora, lo importante es enfocarnos en lo que sí podemos hacer: aplicar las normas que nos favorecen. Un ejemplo claro es la revisión de las tarifas portuarias, que por ley deben actualizarse periódicamente, pero que en contra de nuestros intereses no han sido revisadas en más de diez años. Es hora de dejar de ser espectadores y hacer valer nuestras reglas.