El reciente anuncio de la suspensión de la venta de la sociedad que opera los puertos de Balboa y Cristóbal —de Hutchison Ports, empresa con sede en Hong Kong, a BlackRock, firma estadounidense— tras presiones de China, vuelve a colocar a Panamá en medio de una pelea geopolítica que no buscamos y ante la cual quedamos vulnerables por ser un país pequeño frente a las dos potencias más poderosas del mundo.
Los puertos fueron concesionados antes del traspaso del Canal y, aunque ha habido denuncias de corrupción y condiciones poco favorables para el país, lo cierto es que han operado sin interferir en la vía interoceánica por más de 25 años.
Lo que parecía ser la solución a los alegatos falsos sobre un supuesto control chino del Canal ahora parece darle la razón a esa narrativa, al intervenir el gobierno chino en una transacción que, hasta donde se sabe, es entre empresas privadas.
Este episodio le echa leña al fuego a los discursos populistas que insisten en que los chinos manejan el Canal, y proyecta una imagen de vulnerabilidad de nuestro activo más estratégico.
Nuestra única defensa es seguir al pie de la letra el tratado de neutralidad, reforzar la institucionalidad, concluir las auditorías de la Contraloría y mantenernos firmes en nuestra soberanía jurídica.