Los sindicatos han sido una pieza clave en la defensa de los derechos laborales, logrando avances fundamentales para los trabajadores panameños. Sin embargo, cuando algunas organizaciones sindicales desvían su misión y recurren a la violencia y la imposición para sembrar el caos, traicionan los principios que dieron origen al sindicalismo.
Panamá es un país democrático, donde las ideas deben debatirse en las urnas y no imponerse a la fuerza en las calles. No se puede permitir que algunos grupos utilicen su poder de convocatoria para paralizar al país o coaccionar a la población en función de ideologías que no han logrado respaldo ciudadano.
Los trabajadores tienen derecho a la organización y a la protesta, pero también la sociedad tiene derecho al orden y a la paz. La lucha sindical debe mantenerse dentro del marco de la ley y el respeto a la voluntad popular. Porque cuando se pierde ese equilibrio, quienes realmente salen perjudicados son los propios trabajadores y la credibilidad del movimiento sindical.