¿De qué sirve condenar a corruptos si el castigo termina siendo un chiste? Guillermo Ferrufino y Giacomo Tamburrelli, dos exfuncionarios que abusaron de su poder para enriquecerse a costa del pueblo, ahora disfrutan de privilegios que indignan a cualquier panameño decente. Cuando aún no habían transcurrido ni dos meses desde su ingreso a El Renacer, se les otorgó un “permiso de salida especial” para hornear roscas navideñas, por instrucciones directas de altas autoridades.
Esto no es rehabilitación, es descaro. Mientras otros reclusos cumplen sus penas bajo estrictas condiciones, estos personajes van y vienen casi como si estuvieran de vacaciones. ¿Acaso la corrupción paga? ¿Hasta cuándo seguiremos permitiendo que quienes roban los bienes públicos reciban tratos especiales?
Las autoridades que facilitaron estos permisos deberían compartir celda con ellos. Porque permitir este tipo de privilegios no solo ridiculiza a la justicia, sino que los convierte en cómplices de la impunidad. La justicia debe ser ciega, no cómplice. ¡Basta ya!