Las transformaciones en el Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos, bajo la dirección de Robert F. Kennedy, se llevan a cabo bajo una ideología, si existe, puramente economicista, con serias limitaciones de conocimientos en salud pública, sesgo ideológico y desprovistas de responsabilidad higiénica y social.
De abandonar la membresía de la Organización Mundial de la Salud a desmembrar brutalmente de expertos y dineros las diversas agencias de salud y los presupuestos para la investigación en medicina, vacunología y biología, hay un abanico de absurdos y despropósitos, que se cierra en desastres humanos dentro de sus fronteras y a nivel mundial, que no resisten el escrutinio de la ética y el humanismo.
En la última semana, con el despido programado de 20,000 trabajadores federales de la salud, ha definido una reestructuración para el departamento que, cuando se expuso al interrogatorio de senadores para su confirmación en el cargo que hoy dirige, negó que haría una purga. Con este dramático recorte de empleados de tiempo completo, anuncia que ahorraría mil ochocientos millones de dólares a los ciudadanos que pagan impuestos. Además, priorizará políticas que acaben con las enfermedades crónicas, saneará las aguas de toxinas y organismos patógenos, promoverá hábitos sanos de alimentación y proveerá de alimentos de probado beneficio nutricional.
¿Cómo se hará todo esto si continúa decapitando la investigación médica, destituyendo investigadores, médicos y personal especializado? Los abogados saben y aprovechan que el papel lo resiste todo. Y, con la ayuda de las otras secretarías, bajo la unidad que dicta y ejecuta órdenes y visitantes, la universidad y el instituto que se dedican al diálogo científico y la búsqueda de respuestas a cuestionamientos definidos también sufren la poda de sus presupuestos y de sus hombres y mujeres que cuestionan.
Hace 3 días anunció que se cancelan cientos de ayudas financieras para la investigación sobre vacunas. Estas “becas” (su término en inglés) se alcanzan con la aprobación de expertos investigadores en una forma de concursos, sobre objetivos bien designados y diseños científicos. Muchos de ellos, ya terminados, estaban en la búsqueda de mejores formas para aumentar la vacunación, particularmente frente a serios brotes de sarampión. Esto, ¿qué lo sujeta? El tirante contra la medicina basada en evidencia, contra la ciencia y contra la vacunación, que parece sujetar sus pantalones.
Ya en enero el anuncio estaba hecho: “Se cancelarán más de 1,600 compromisos para sustentar investigaciones costosas, entre ellos, unos 300 relacionados con investigaciones de la vacunación. No es coincidencia que sea en este segmento donde se encuentre la mayor parte de recortes monetarios.
La revista JAMA publica esta semana el punto de vista de tres investigadores del Departamento de Pediatría de la Washington University School of Medicine, cuyo estudio sobre la incertidumbre (“hesitancy”) por las vacunas y cómo afrontarla se ve desafortunadamente afectado por esta y otras disposiciones de la secretaría de Salud. La carta de la secretaría enviada a todos los investigadores de esta subvención, diseminados en varias instituciones de investigación en Estados Unidos, es del siguiente tenor: “Esta subvención ya no afecta las prioridades de la agencia. La política de los NIH (Instituto Nacional de Salud, por sus siglas en inglés) es no priorizar las actividades de investigación centradas en obtener conocimiento científico sobre las razones por las que las personas dudan en vacunarse ni explorar maneras de aumentar el interés y la adhesión a las vacunas. Los NIH tienen la obligación de administrar cuidadosamente las subvenciones para garantizar que el dinero de los contribuyentes se utilice de manera que beneficie al pueblo estadounidense y mejore su calidad de vida”.
Podría dejarlo al criterio de ustedes para su interpretación y todavía están en su libertad de hacerlo, pero no puedo resistir la tentación de demostrar tanta contradicción y maledicencia.
Primero, esta decisión solo puede surgir de la iniciativa de alguien que no cree en las vacunas ni en la actividad de la vacunación. Es inverosímil —pero nada ya lo es— que la persona encargada de dirigir la institución que debe velar por la salud y la calidad de vida de los norteamericanos se atreva a tomar tal decisión. Y, peor, en un momento donde tiene un brote de sarampión en sus narices, altamente contagioso y con potencial de matar seres humanos, que no se daba desde hace más de 20 años. Segundo, se es muy indigente cognitivamente, por razones congénitas no hereditarias o por daño posterior al buen juicio, y esto resulta incómodo señalarlo aquí. Y, tercero, se desprecia al prójimo, su bienestar y su vida. La vacunación es un desarrollo que pretende protección ante el riesgo de contraer enfermedad seria. La vacuna es un producto de la investigación con diseño científico y evidencia probada antes de su utilización general.
Como ha comentado un lector de la revista JAMA: “Creemos que aquellos en gobierno, salud pública, medicina y la sociedad, todos quieren prevenir la enfermedad en los niños, especialmente aquellas que pueden producir muerte y enfermedad crónica. Todos creemos que todos queremos familias que tengan la información que ellas necesitan para tomar decisiones acerca de la salud de sus hijos. Lo evidente hoy nos revela que la presente administración no quiere tales cosas, ni siquiera está interesada en ellas…”
Seguro que, con medidas como estas, acabarás con las enfermedades crónicas… porque los niños no alcanzarán a ser adultos. Horrible panorama cuando creíamos que aquel país tenía no solo los recursos sino también la disposición humanista para proteger la salud y la solidaridad ética para hacer partícipe de su bienestar y avances en las ciencias y la medicina a muchos hombres y mujeres sin los privilegios de vivir en justicia y libertad.
El autor es médico.