Desde su columna en el New York Times, Peter Coy es una respetada voz en materia de análisis económico a nivel mundial. A pesar de tener poca preparación académica en el campo que hoy domina mejor que muchos magísters y doctores, el señor Coy guía al lector conectando con ideas básicas que estimulan incluso a los más intelectuales. Dada el grado de polarización que hoy vive Panamá con respecto a las reformas a la ley orgánica de la Caja de Seguro Social, donde autoproclamados eruditos se sienten con la capacidad de decir frases como “nadie sabe más que yo” mientras otros desde el poder ejecutivo descalifican cualquier aporte que se proponga, considero prudente llamar a la humildad usando como inspiración un reciente aporte del señor Coy sobre un componente que hemos esquivado: la incertidumbre. Hace poco más de 100 años, el economista Frank Knight escribió un tratado sobre las herramientas que necesitamos para navegar en mares desconocidos y administrar esos momentos de dudas que son inevitables, pero también para evitar lanzarnos a la desesperada misión de encontrarle solución a todo en medio de tanta oscuridad. Su libro Risk, Uncertainty, and Profit, publicado en 1921, incluye una frase que pudiera beneficiar la forma en que algunos defensores y detractores del proyecto afrontan sus propuestas: “Tengan cuidado con vivir en mundos de absolutos. El más grande pecado de los intelectuales es la sobresimplificación de todo. Para todo complejo problema existe una respuesta que es evidente, simple y…usualmente equivocada”. El gran desafío que enfrentamos en Panamá es que la necesaria reforma a la Caja de Seguro Social, con sus vertientes humanas, actuariales, financieras y socioeconómicas, es apenas uno de los modelos de administración que con el pasar de los años han quedado totalmente desfasados y que necesitan modernizaciones urgentes, incluso en áreas que muchos resisten: si el paciente es realmente el centro de todo, entonces los modelos de Asociaciones Público-Privadas en la administración de salud deben considerarse, por ejemplo.
Pero existen otras historias desgarradoras que no distan mucho de la caducidad de la Caja de Seguro Social. El vía crucis que hoy viven miles de panameños que pensaron tener acceso a su hogar con el apoyo de un subsidio conocido como el bono solidario es prueba fehaciente que nos esclaviza la idea de inventar modelos que dependan del Estado en lugar de promover más competencia y la auténtica libertad de empresa que lleve a la creación de bienestar.
Muchos sustentarán que la crisis hipotecaria que enfrentamos hoy responde a la eliminación del bono solidario o la consecuente decisión de los bancos estatales de dejar sin efectos cartas promesas de pago, pero el quid del asunto está en la ausencia de planificación para mitigar riesgos; en la premisa equivocada de que podemos anticiparlo todo sin medir consecuencias al crear soluciones coyunturales para problemas estructurales.
Otro modelo que oscila entre vaivenes de crisis regionales es la zona franca de Colón que, si bien registra resultados comerciales nada despreciables, se ha estancado cómodamente tomando riesgos crediticios en Centro y Sur América que realmente asustan. ¿Hemos visto el replanteamiento del modelo para incorporar conceptos como nearshoring que nos permitan competir más y mejor? El apego salvaje a las ventajas comparativas que ofrecemos nos ha llevado a pensar en absolutos, lo que nos ciega ante la realidad de que Panamá ya no es el corcho que solíamos ser y que flotábamos ante cualquier marejada. ¿Quién hubiera pensado que 100 años después de la construcción del Canal de Panamá su principal problema para sobrevivir operativamente sería el agua?
Con tanta incertidumbre rondando algunas de las más importantes decisiones que tomaremos los panameños en el futuro cercano en temas como el Canal de Panamá, la Caja de Seguro Social y la operación de Minera Panamá, sólo queda aplicar una de las máximas de Herbert Simon, a quien se le acuña la teoría de lo satisfactorio (satisficing en inglés), que no es otra cosa que lidiar de manera eficiente con la incertidumbre para llegar a soluciones que, lejos de ser perfectas, nos ayuden a resolver los desafíos puntuales que enfrentamos. ¡Bonne chance!