Noticias de último momento: Nos conmocionan al informar que en Mazán, un pequeño pueblo al sur de la comuna francesa, un hombre llamado Dominique Pelicot de 71 años, abuelo y padre de familia es acusado de sedar a su esposa y ofrecerla sexualmente por una década, entre julio 2011 y octubre 2020.
Mientras su compañera de vida se encontraba inconsciente bajo los efectos de somníferos que él camuflaba en la comida, fue víctima de un centenar de violaciones grupales en su propia casa. Él, no solo satisfacía un morboso deseo, sino que ostentaba su ultraje compartiendo y atesorando filmaciones donde el cuerpo inerte de su cónyuge era profanado, descartando así, algún posible e incipiente sentimiento de culpa. El perpetrador de los hechos siendo creador, director y camarógrafo de tales actos, dejó un amplio registro de imágenes y vídeos que representan la evidencia por la que triviales ciudadanos, están hoy siendo juzgados. La mayoría de ellos, carecen de antecedentes penales y de un pasado tortuoso. Son esposos, padres, vecinos, compañeros de trabajo o amigos, quienes suelen compartir nuestra simple y cotidiana vida.
Quizás estos sujetos, desde la infancia, crecieron escuchando comentarios con doble sentido, los que suelen decirse en fiestas familiares, almuerzos con amigos, en la televisión e incluso en canciones populares.
Frases que sin límites aparentes y rayando la perversidad, pretenden ser graciosas, introduciendo abruptamente figuras morbosas en la mente. Puede que, intercambiaran risas cómplices con unos y disfrutaran de la vergüenza de otros. Posiblemente, juzgaron a la humillación como ajena, creando nuevas imágenes en su psiquis, con altiva soberbia; y finalmente, en la incesante búsqueda de incrementar el goce al asiduo juego mental, estos triviales ciudadanos optaron por dar un mayor protagonismo a las nefastas insinuaciones. Y hoy, habiendo testificado cincuenta hombres en el Tribunal Criminal de Aviñón, incrédulamente nos preguntamos, cómo simples mortales fueron manchados con tan infame deseo, cuando rechazaron la compasión y la empatía, por la vergüenza ajena y el desprecio radicado por una morbosa y cobarde sensación de placer.
La autora es licenciada en Turismo