Un término que a diario exige el conglomerado social, pero sin definición universal. Para efectos de este artículo la definiremos como un “valor” que promueve el respeto igualitario de los derechos y las obligaciones de cada ser humano en sus respectivas sociedades. La Organización de Naciones Unidas estableció el 20 de febrero de cada año como el Día Internacional de la Justicia Social para fomentar el diálogo entre las partes interesadas. Bueno, una de esas partes interesadas somos nosotros.
Por su propia naturaleza está direccionada a lograr el bien común y la convivencia pacífica; es un equilibrio permanente, como la metáfora de la eterna lucha entre el bien y el mal. El término surge apenas durante la segunda Revolución Industrial en el siglo XIX, antes de que sucediera la Primera Guerra Mundial; durante este lapso de 1870 a 1914 hubo una aceleración en los procesos industriales que concluyeron en el cambio del modelo de crecimiento económico.
Su nacimiento también está relacionado con la Revuelta de Haymarket en Chicago, Estados Unidos donde sindicalistas murieron protestando por la consecución de la jornada laboral de 8 horas, y que después fue reconocida como el Día del Trabajador.
Aunque la justicia social apela a la equidad social, es evidente una diferencia entre ambas; la primera requiere la formulación y aplicación de leyes que permitan su funcionamiento, mientras que la segunda implica todo tipo de igualdad, escritas o no, apelando a una moralidad en su aplicación. Por otro lado, siendo su ámbito de aplicación la sociedad podemos encontrar dos conceptos de justicia dentro de lo social.
La justicia retributiva, que afirma el imperio de la ley sobre los delitos y faltas que afectan a la sociedad; esta como tal es responsabilidad primaria del Estado y por obvias razones sentimos por decisión mayoritaria que no tenemos control real sobre ella, es de hecho el motivo por el cual exigimos la justicia social. El Estado las crea y debe aplicarlas, pero como sociedad no sentimos que la justicia funcione, aunque sí funcione. Esta particularidad comúnmente esta marcada por la corrupción y ello hace que la justicia social como valor se vea sobrevalorada, y a la vez menospreciada.
Pero la que nos interesa es la justicia distributiva, que se conoce desde Aristóteles, la cual nos habla sobre el aporte que cada uno de nosotros le debe a la sociedad, algo como una hipoteca social de la cual ya hablamos en artículos anteriores. Esta justicia social en particular, la distributiva sí es responsabilidad de cada uno de nosotros y sí podemos ejercer un control real y efectivo para ayudar a promover la igualdad en derechos, pero también nuestras obligaciones y responsabilidades ante la sociedad donde nos desarrollamos. Este deber individual y colectivo fortalece el “valor” de la justicia social.
Más allá de complicados estudios o teorías de filósofos que analizan este tema como Jhon Rawls con un aire de populismo y la idea de lograr a como dé lugar una supuesta e insostenible justicia social para todos; mejor veamos la forma en que podemos aportar desde el aspecto individual y colectivo, sin afectación de la perspectiva del Estado. Es algo interesante que produce la concientización al conocer sobre estos términos.
¿Vemos ahora porqué somos una parte interesada en la justicia social? analicemos algunas formas de contribuir eficazmente al tema en descripción: buenas relaciones comunitarias, respetar las leyes, ser justo en la toma de decisiones y acciones, actuar de manera racional y democrática, establecer límites, brindar confianza y seguridad a las personas, aplicar métodos pacíficos de resolución de conflictos, tomar conciencia de los talentos que tenemos y compartirlos, responsabilizarnos de nuestros actos, alzar la voz por quien sufre de desigualdad, proteger el medio ambiente, educar en valores a nuestros hijos, cumplir normas morales. En realidad, no es nada difícil contribuir a la justicia social ya que somos parte activa de ella; aportemos para exigirla.
El autor es oficial del Servicio Nacional de Fronteras (Senafront Panamá)
