La mayoría conoce a algún familiar o amigo que está luchando contra el cáncer. El cáncer es ya una realidad para todos. De alguna u otra manera vivimos con situaciones de lucha, preocupación, incertidumbre, esperanzas por ganar la batalla o tristeza por perder un familiar que combatió esta enfermedad. Y es que al ser una realidad que cada día crece más, el sistema de salud público para esta enfermedad es el mismo.
Actualmente, se cuenta con un solo hospital Oncológico en la ciudad de Panamá, pero este se ha quedado corto para la gran demanda de pacientes. Es lamentable ver cómo pacientes de Bocas del Toro, Chiriquí, Veraguas o las comarcas viajan con días de anticipación a sus citas de quimioterapia para realizarse sus tratamientos. Un tratamiento que sabemos es muy complicado y delicado para cada paciente y para los familiares que le acompañan. ¡Qué infausto ver pacientes durmiendo la noche anterior a su quimioterapia en carros o a las afuera del hospital! Más lamentable es ver las filas que hacen desde la medianoche para ser atendidos en el día.
Es injusto que estos pacientes tengan que pasar por este calvario siendo Panamá un país con tanta riqueza y con un presupuesto general de miles de millones de dólares. Qué ironía que la mayoría no tiene los recursos para recibir en otros países un tratamiento eficaz y más humano como sí lo hacen los altos funcionarios del gobierno que atienden su cáncer en países desarrollados. Bien por ellos que alcanzan una recuperación satisfactoria. Sin embargo, surgen preguntas de por qué los altos funcionarios no se atienden en Panamá o qué hacen los demás panameños que padecen cáncer. Por eso existe el dicho que mientras no se obligue a los gobernantes a usar el sistema público de salud o de educación, estos jamás van a mejorar.
Otra realidad es la falta de hospitales oncológicos. ¿Cómo podemos esperar más hospitales si el gobierno no paga al día los salarios de médicos y enfermeras? Pero sí podemos ver cómo se malgasta el dinero en alquiler de carros y politiquería, sobre todo en este año preelectoral. Cómo saca de quicio ver la elevada planilla en la Asamblea y las instituciones por favores políticos, pero al personal de salud se le paga tarde. El personal del Oncológico no es el problema, ya que ellos están al pie del cañón en cada batalla con cada paciente. El problema es el sistema que los limita atender un número pequeño para la alta demanda; un sistema que en muchas ocasiones les obliga a escoger a quién se le pone un medicamento dependiendo del estado de salud entre dos pacientes.
Afortunadamente, el panameño tiene algo innato llamado esperanza. No importa las adversidades que se presentan, siempre tiene ganas de luchar. Como decía el doctor en ingeniería Julio Rodríguez, decano de la UTP, quien venció el cáncer hace años y le volvió la enfermedad: “ya lo peleé una vez, voy a pelearlo de nuevo”. Ganas de vivir son las que tienen todos estos pacientes; de vencerlo y poder disfrutar de la familia y de este país. Pero estas ganas se esfuman cada vez que se desperdicia el dinero en actos de corrupción. Si se disminuyeran las botellas, si no existiera sobrecostos en las obras, si pusieran voluntad para administrar y ejecutar proyectos de hospitales oncológicos se podría mejorar la calidad de vida de estos pacientes.
El autor es trabajador independiente

