Hace casi dos años, la Federación Rusa invadió Ucrania, escalando un conflicto armado que se remonta al 2014. La invasión fue un acto más de agresión por parte de Rusia y constituyó, en su momento, la acción militar más grande en territorio europeo desde la segunda guerra mundial, produciendo desplazamientos internos y la crisis más grande de refugiados en la región desde 1945.
Lo que inicialmente se planteó como una operación militar espacial para “desnazificar” Ucrania y derrocar a su gobierno democráticamente electo, ha devenido en una guerra de atrición en donde la parte rusa controla ilegalmente cerca del 20% del territorio ucraniano, proclamando, en contravención al derecho internacional, la secesión unilateral de Donetsk, Jerson, Luhansk y Zaporiyia, y su incorporación a la Federación Rusa. Los efectos de este conflicto armado se han hecho sentir en las bajas tanto de combatientes como no combatientes, y en la cadena global de valor y en la seguridad alimentaria.
La estrategia seleccionada por Rusia para librar su guerra de agresión, luego de su intento fallido por hacerse de la totalidad del territorio ucraniano, ha sido la de una guerra de atrición, la cual consiste en debilitar de forma gradual al enemigo mediante ataques frecuentes y constantes hasta el punto de llevarlo al colapso debido a las pérdidas continuas de efectivos militares y materiales bélicos. Clausewitz denominó a esta estrategia el agotamiento del adversario, lo cual también evoca a la memoria lo que dijo Sun Tzu, que ningún país se ha beneficiado de una guerra prolongada.
No obstante, Rusia sí lo hizo contra Napoleón, en 1812, utilizando el modelo de atrición. Esta estrategia también se usó en la primera guerra mundial con muchas bajas, pero sin casi resultados estratégicos considerables.
La clave en una guerra de atrición es la capacidad de los beligerantes de regenerar el pie de fuerza y el material bélico necesario para llevar a cabo los ataques. Esto se hace aún más importante en el caso de la guerra ruso-ucraniana, pues ambas partes beligerantes tienen en su doctrina militar la estrategia de atrición, que se remonta a la del ejército rojo de la antigua Unión Soviética. En ese sentido, es preciso señalar que luego de la invasión de 2014, el ejército ucraniano ha llevado a cabo grandes esfuerzos por modernizar y profesionalizar su ejército. No obstante, el modelo de atrición está muy arraigado al diseño histórico de la institución castrense. En base a esto, la ayuda occidental, en conjunto con la voluntad inquebrantable del pueblo ucraniano, han sido fundamentales para que el ejército ucraniano haya sostenido por dos años las hostilidades, infligiendo bajas considerables al ejército ruso (se estima que son 300,000 bajas, contando muertos y heridos).
Curiosamente, la apuesta rusa ha sido trasplantar la estrategia de atrición al plano político-internacional.
El planteamiento es bastante sencillo: debido a las sumas considerables de dinero y equipamiento bélico que destinan los Estados Unidos, el Reino Unido, la Unión Europea y otros Estados para apoyar el esfuerzo de guerra ucraniano, mientras más tiempo se sostengan las hostilidades, mayor cantidad de recursos se van a requerir para regenerar las capacidades bélicas.
Lo anterior aunado a las tendencias sociales a normalizar la guerra y el sufrimiento humano, puede conllevar a una fatiga económica y política de los donantes que ulteriormente pondría fin a la ayuda económica y militar, lo cual contribuiría al colapso ucraniano. Si a esto sumamos factores políticos como la posible llegada de Trump al poder en los EU o el rol disruptivo de Obran en la Unión Europea, existen motivos reales de preocupación.
La misma estrategia también se ha utilizado al nivel de las Naciones Unidas, pues ya se percibe cierto nivel de fatiga en algunos Estados. El apoyo político, por ahora, continúa; pero los mecanismos políticos y jurídicos que se activaron, sépase la Asamblea General, el Consejo de Derechos Humanos y la Corte Internacional de Justicia han adolecido de efectividad, pues para tal fin, el único mecanismo coercitivo es el Consejo de Seguridad de la organización, en donde Rusia tiene el denominado “veto”.
En contraposición a la estrategia de atrición rusa está un enemigo implacable, el pueblo ucraniano, quienes mediante su resiliencia, unidad y determinación han sabido hacer frente a dos años de guerra y de crímenes atroces.
No tengo dudas de que, en aquel frente, el pueblo ucraniano continuará luchando y que su voluntad continúa regenerándose cada día en que continúa la agresión y la ocupación ilegal. Es por ello que, al mirar el panorama desolador en otras latitudes y considerar la fatiga y el hartazgo de ciertos sectores, es oportuno recordar que fue el pueblo ucraniano quien hizo trizas el mito de invencibilidad del ejército ruso y la superioridad estratégica de Putin, dejando al descubierto su modelo autocrático y cleptocrático.
Y es ese ejemplo de resiliencia, unidad y determinación el que debe emular la comunidad internacional para hacer frente a la estrategia rusa de atrición.
El autor es abogado y profesor de derecho internacional.
