La balcanización de Siria

La primera vez que el término se usó fue al surgir nuevos Estados en la península Balcánica tras las guerras de 1912-13, y volvió a cobrar relevancia con la disolución de la antigua Yugoslavia tras la muerte de Tito. En su dimensión política, se refiere a la desmembración de un país en esferas antagonistas y enfrentadas.

Trasladémonos de noviembre de 1915 a marzo de 1916, cuando dos funcionarios, Mark Sykes, británico, y François Picot, francés, se sentaron a definir “las esferas de influencia y control de los países en el Próximo Oriente”. Para entonces, ya se presagiaba la desintegración del Imperio otomano, aliado de Alemania y conocido como el “hombre enfermo de Europa”.

En dicho acuerdo se propusieron las fronteras de Irak y Siria, fragmentando gran parte del Imperio otomano tras su derrota en la Primera Guerra Mundial. Los británicos se aseguraron el control de la costa mediterránea hasta el río Jordán, el sur de Irak y los puertos de Haifa y Acre. Francia, por su parte, asumió el sureste de Turquía, el norte de Irak, Siria y Líbano, mientras que se planteó un control internacional para los territorios restantes.

Líbano se separó de Siria en 1923, aunque Siria mantuvo, en gran medida, un poder hegemónico sobre ese país. A mi juicio, este reparto obedeció a intereses políticos, ignorando los grupos raciales, religiosos y nacionales que componían cada región. Es en este contexto que surge la figura de Lawrence de Arabia, cuya rebelión alentó a las tribus árabes a luchar contra los turcos, bajo la promesa del Imperio británico de apoyar la causa árabe.

Tras la primavera árabe de 2011, Siria fue uno de los pocos países que logró mantener su régimen. La familia Al-Assad, cuyo patriarca, Hafez Al-Assad, provenía de la minoría alauita, asumió el poder en los años setenta y lo retuvo durante 54 años. En una ocasión, cuando Henry Kissinger era Secretario de Estado de Estados Unidos, se le preguntó quién era la personalidad más destacada de Oriente Medio. Su respuesta fue Hafez Al-Assad, a quien apodó “la esfinge”. Bashar Al-Assad, el actual presidente, nunca fue considerado el sucesor de su padre; este papel correspondía a su hermano mayor, quien falleció en un accidente. Bashar se educó en Inglaterra, donde estudió oftalmología, y es allí donde conoció a su esposa británica.

¿Cómo logró mantenerse en el poder desde 2011, cuando otros regímenes colapsaron? Con el apoyo de la Rusia de Putin y de Irán. La población actual de Siria se compone de un 94% de árabes, un 4% de kurdos y armenios, además de turcos y palestinos. ¿Por qué hablar entonces de balcanización? Pronostico que, tras la eventual caída de Al-Assad, ningún grupo logrará asumir un control hegemónico del país. Este se fragmentará en zonas de influencia: los turcos buscarán dominar la región kurda, que consideran enemiga; mientras que ciudades clave como Alepo, Damasco, Homs y el Golán, controlado por Israel, quedarán en manos de diversas facciones.

Por ahora, esto es lo que se vislumbra. Pero en el Medio Oriente, la historia nunca está escrita en piedra.

El autor es internacionalista.


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