En una investigación titulada: Breves apuntes sobre algunas de las instituciones culturales de Panamá que escribió Jaime Ingram J. para la Historia General de Panamá, dirigida por Alfredo Castillero Calvo, se puede leer: “Sorprende constatar que precisamente el año en que la Ciudad de Panamá ha sido galardonada con el honroso título de “Ciudad Cultural del año 2003″ sus diversas Academias Artísticas se encuentran en el más lamentable estado de conservación”.
El maestro Ingram, primer director del antiguo Instituto Nacional de Cultura, nos recuerda, además, que “cuando Panamá se declara República Independiente, al separarse de Colombia en 1903, se crea una serie de instituciones de índole cultural y artísticas que podrían haber sido, en aquel entonces, modelos de nuestro continente”.
Panamá cuenta con instituciones culturales que resaltan en la historia como son el Archivo Nacional, la Biblioteca Nacional (y su red de bibliotecas públicas), la Imprenta de La Nación, el Teatro Nacional, la Orquesta Sinfónica, la Escuela Nacional de Artes Plásticas, la Escuela Nacional de Danzas (la danza en Panamá tiene una larga historia, pero su nacimiento como ente oficial es de 1948), la Escuela Nacional de Música y Declamación (creada oficialmente a sólo cuatro meses de haberse fundado la República, años más tarde, Instituto Nacional de Música), la Escuela Nacional de Teatro (que data de 1953, cuando las Escuelas de Artes Plásticas, Danza y Arte Dramático pertenecían al Ministerio de Educación hasta que, en 1974, se funda el Instituto Nacional de Cultura que crea la Dirección Nacional de Educación Artística), el Centro de Arte y Cultura (que creó el pintor Carlos Arboleda, en 1969), y nuestros Museos. Podríamos mencionar a la Universidad Panamá que alberga a la Facultad de Bellas Artes.
Jaime Ingram deja claro que históricamente hubo, en los inicios de nuestra República, una preocupación genuina por los hechos del arte de parte de los políticos que tenían una visión de la importancia de las instituciones culturales destinadas a desarrollar la formación del espíritu. Sin embargo, ese interés y preocupación se fue disipando, a tal grado, que pasaron más de cien años sin ser atendidas. Mientras el país se desarrollaba de forma vertical, la atención a la cultura desde sus instituciones iba hacía los bordes en el abandono.
Bastaría mencionar el calvario de instituciones como la Escuela Nacional de Danzas, la Escuela de Artes Plásticas, el Ballet Nacional, la Orquesta Sinfónica Nacional y la Imprenta de La Nación. Tanto profesores, estudiantes y artistas han tenido por años que educar, aprender y ensayar en condiciones paupérrimas. La Imprenta de la Nación, por ejemplo, que debería de ser la primera industria cultural estatal de fomento de la literatura panameña, de sus antiguas instalaciones en Tocumen, llegó a mudarse a un depósito de agroquímicos en Transístmica donde algunos de sus colaboradores se enfermaron; hoy está ubicada en otro depósito en Río Abajo, donde los gatos dejan sus heces y una vez fue atracado a mano armada todo el personal (se salvó el que estaba en el baño).
Es por lo que la creación de la Ciudad de las Artes viene a potenciar la institucionalidad de la cultura como centro de desarrollo social, educacional y cultural. Más allá de un conglomerado de siete edificios modernos y lindos, debemos entender que es un hogar que devuelve la dignidad a la Orquesta Sinfónica Nacional, al Ballet Nacional y a la Red de Coros Infantiles y Juveniles de Panamá. En ninguna parte del mundo, donde hay desarrollo cultural, el Ballet y la Orquesta ensayan en medio del muladar como lo hacían los nuestros; eso se acabó. Las escuelas de Teatro, Danza, Artes Plásticas y el Instituto Nacional de Música tienen ahora un lugar merecido para trabajar. La buena noticia para las letras del país es que la CDA será la sede del Consejo Nacional de Escritores y Escritoras de Panamá (que ya no tendrá excusas para ser invisible) y de la Imprenta de La Nación.
La CDA nos obliga a hacer una reflexión: Para aspirar a una ciudadanía involucrada y posicionada en sus derechos culturales se necesitan más espacios con nuevos formatos de gestión cultural donde se puedan implicar a los diferentes sectores de la comunidad de manera que se generen acciones y estrategias de participación ciudadana que permitan la configuración de nuevas representaciones e interpretaciones de los objetivos de los equipamientos culturales en las localidades. Hacen falta más equipamientos accesibles a nivel nacional para el empoderamiento de la sociedad civil.
Esto es un termómetro que medirá la preocupación y el interés de los que aspiran a la presidencia y a cargos locales. La cultura debe estar como prioridad en la agenda política. El arte debe florecer en los escenarios cotidianos de toda la gente. La CDA es un gran acontecimiento que sin duda impactará positivamente el sector, pero no resuelve el problema de las políticas y los derechos culturales. Se requiere de un trabajo horizontal en todo el territorio con un plan general de cultura que optimice los equipamientos culturales oficiales. Vestir de dignidad a las bibliotecas públicas, por ejemplo, es algo realmente necesario para las comunidades, pero lo más seguro es que no lo veremos, si toca esperar cien años.
El autor es escritor, investigador, ensayista y narrador

