Luego de varios días de reflexión y participación en algunos debates relacionados a la propuesta de reformas a la Ley Orgánica de la Caja de Seguro Social de Panamá, he decidido compartir algunas consideraciones, resaltando la necesidad de hacer reformas asistenciales.
Es cierto que debemos preocuparnos por la sostenibilidad de la Caja de Seguro Social, por implementar mecanismos que permitan una mejor administración de sus recursos, procurar mayores ingresos y, sobre todo, la continuidad del programa de Invalidez, Vejez y Muerte.
Sin embargo, el alcance de todas estas gestiones se encuentra lejos del panameño de a pie, que cotiza y que al final del camino lo único que aspira es jubilarse y recibir esa pensión que le permitirá solventar sus gastos vitales, pero al final, siempre espera que cuando lo necesite, el seguro social pueda brindarle una buena atención.
Y es precisamente esto lo que muchos reclaman, una buena atención. Una atención oportuna, de calidad, centrada en el respeto a la dignidad humana, con acceso a los insumos, medicamentos y cuidados que su condición de salud amerite.
Estoy segura que los cambios organizacionales son importantes para lograr este objetivo, pero es necesario que de manera simultánea se realicen reflexiones y se implementen estrategias orientadas a mejorar la calidad de los servicios de salud que la Caja del Seguro Social le ofrece a la población asegurada.
Lo que encontramos hoy son listas de espera, filas interminables, pacientes en los pasillos de los cuartos de urgencias, personal de salud agotado de trabajar largas jornadas sin los insumos necesarios para atender dignamente a los pacientes, y también, tristemente nos encontramos con persona asistencial sin vocación, lejano e indiferente al dolor de los pacientes.
En estos últimos me quiero enfocar. La percepción de mala atención tiene mucho que ver con infraestructura, con la administración, pero tiene todo que ver con la actitud del personal que atiende.
Si queremos, podemos perdernos en el debate de las reformas, del incremento de años de jubilación, de la cuota de la empresa privada, los cambios en junta directiva, las funciones del director; aunque quizá muchas de las cosas que pensemos o por las que luchemos, no vayan a cambiar, pero lo que sí podemos cambiar desde ya, sin necesidad de ninguna reforma legal, es nuestra actitud durante el proceso asistencial de los pacientes. Eso implica reconocer su vulnerabilidad, convertirnos en sus fieles protectores, rescatar la confianza que deben tener en el personal de salud, demostrar la capacidad que tenemos de tratar bien a todas las personas, de reconocer sus derechos y deberes, de asistirlos sin que eso represente una molestia, de poner todos nuestros medios a su disposición, de reconocer nuestras limitaciones y siempre mantener informado al paciente de todo, respetando de manera permanente su autonomía y voluntad.
La Caja de Seguro Social no solo necesita una reforma legal, sino también asistencial.
La autora es abogada especialista en Derecho Médico-Hospitalario