La CSS y los burros de la carreta



Hace unos días, como miles de panameños, caí ante la ola de influenza caprichosa que azota esta temporada, incluso a quienes nos hemos vacunado. Hasta aquí el relato no es novedoso. Lo que sí fue significativo es que, por segunda vez, en el año utilicé mi seguro privado, el cual sufrago, a la par de cotizar en la Caja de Seguro Social (CSS). Para reducir costos en medicamentos y otros servicios, combiné la atención entre hospitales de la CSS y centros privados. No puedo explicar la impotencia y la frustración que sentí, por aquellos que dependen exclusivamente del sistema de salud público y por mí.

Ustedes ya saben, la crónica de siempre: falta de insumos y de medicamentos; trato deshumanizante; e infraestructuras deterioradas que no dan abasto para la cantidad de pacientes. Enfermos de pie durante horas esperando ser atendidos. Visualmente, más personal administrativo que médicos y enfermeras, una burocracia hasta para acceder al triage. Y la lista es larguísima. En medio de esa situación, mentalmente me desencajé. Estaba indignada, molesta y preocupada. Me pregunté, una y otra vez, si todo era real o solo un mal sueño. Ojalá hubiera estado soñando. Esta es la lamentable situación que viven a diario miles de panameños. Menos mal lo mío era una gripe, pero ¿qué hay de quienes dependen de la atención médica que brinda el Estado para mantenerse con vida?

Expreso esta opinión desde una posición privilegiada, porque el solo hecho de tener seguridad social para algunos es un lujo. Sin embargo, no puedo dejar de lado cómo estas situaciones que vivimos la mayoría de los asegurados, han sido el punto de quiebre para una generación que ya no cree en la seguridad social, que no confía en ninguna de las posibles fórmulas para solucionar el gran problema de la CSS de Panamá; una generación que está tomando decisiones individualistas, porque el método colectivo no les está funcionando.

Conversando con otros jóvenes, comprendí la preocupación generalizada que tenemos sobre el sistema de salud actual y el porqué muchos optamos por contratar seguros médicos privados, pese a estar cotizando en la CSS. No somos pocos los que estaríamos dispuestos a rescindir del pago de las cuotas porque, a fin de cuentas, no vemos beneficios más atractivos en la CSS, que los planes privados de retiro y aseguranza. Sé de jóvenes que voluntariamente han solicitado a sus empleadores no cotizar y que, bajo algunas formas de contratos, lo logran. Porque para nosotros, los jóvenes no tiene sentido pagar obligatoriamente por un servicio estatal que no sirve, para luego invertir dinero extra en un servicio privado que sí nos solucione.

Al final, los jóvenes estamos atrapados en una encrucijada pagando doble, destinando más recursos económicos de los necesarios y restringiéndonos de otros beneficios. El tema de la CSS es algo que nos ha mantenido expectantes, polarizando la opinión pública entre quienes quieren una solución inmediata, sin importar el costo, y los que consideran que el gobierno debe asumir los costos por las malas gestiones anteriores. Y si bien pudiéramos debatir todas las posibles salidas, hay una verdad innegable: los jóvenes estamos atrapados en el centro del campo de batallas.

En las últimas semanas he escuchado en reiteradas ocasiones que, para enmendar el rumbo de la CSS, se requiere una gota de sacrificio de todos. Pero más allá del discurso motivador, los jóvenes no vemos garantías de que un sacrificio extra solucione una situación tan compleja. Tampoco confiamos en que ese sacrificio no añadirá otro martirio a nuestra carga.

Cualquier acción, no sólo debe contemplar los aspectos de atención médica o el programa de invalidez, vejez y muerte (IVM) sino que debe ser atractivo para el asegurado, principalmente, los jóvenes. Se debe permitir la cotización voluntaria sin que esto implique procesos prolongados y engorrosos.

Somos nosotros, los jóvenes, los más interesados en una feliz resolución a este tema, porque somos los que, desde ya, estamos afrontando las consecuencias de la pasividad criminal de quienes nunca quisieron resolver el problema. Seguimos cargando, como burros, el peso de esta carreta.

La autora es miembro de Jóvenes Unidos por la Educación.


LAS MÁS LEÍDAS