El 28 de marzo, un terremoto de magnitud 7,7 sacudió Myanmar, causando daños en edificios de varias regiones del país y afectando incluso a Bangkok, Tailandia, ubicada a más de 1,000 kilómetros del epicentro. Además de provocar múltiples desastres, el sismo derrumbó un edificio gubernamental en construcción: la nueva sede de la Comisión de Auditoría de Tailandia. La obra, a cargo de una filial de China Railway Group, una empresa estatal china, se enmarcaba dentro de la Iniciativa de la Franja y la Ruta.
Este incidente ha puesto en evidencia un problema recurrente en los proyectos de infraestructura construidos por empresas chinas: la falta de control de calidad. Estos edificios, apodados «proyectos de heces de tofu», tienen estructuras tan frágiles como el tofu y presentan fallos que no solo han sido denunciados en el extranjero, sino también en el propio territorio chino.
Estructuras frágiles y peligrosas
Numerosos reportes han documentado la debilidad estructural de muchas construcciones en China. Los principales factores detrás de este problema incluyen el uso de materiales de baja calidad, la reducción de barras de acero en vigas y columnas de soporte, el empleo de cemento que no cumple con las normas y la aplicación de métodos de construcción deficientes. Estas prácticas comprometen la resistencia de los edificios y evidencian que, en muchos casos, los constructores han tomado atajos para reducir costos y tiempos de entrega.
Este problema no se limita a edificaciones privadas, sino que también afecta a edificios gubernamentales y proyectos de obras públicas. La situación ha sido tan grave que el propio departamento de propaganda del gobierno chino ha tenido que emitir comunicados denunciando la proliferación de estos «proyectos de heces de tofu».
Pero, si existen procedimientos de supervisión, inspección y certificación, ¿por qué persisten estos problemas en las construcciones estatales?
Presión política y manipulación de estándares
El control de calidad en la construcción en China está directamente influenciado por factores políticos y burocráticos. Los funcionarios, en su afán por cumplir con las metas de propaganda, falsifican deliberadamente datos para mostrar resultados que favorezcan su gestión. Esto se traduce en la reducción de costos de construcción y plazos de ejecución poco realistas.
Para mantener la rentabilidad dentro de estos márgenes, las empresas constructoras recurren a materiales deficientes y reducen la cantidad de acero en las estructuras. Además, con el fin de entregar los proyectos en el menor tiempo posible, aplican métodos de construcción apresurados y de baja calidad.
En este contexto, la presión política impide que se implementen controles efectivos. Los funcionarios encargados de supervisar las obras imponen límites a los costos y exigen tiempos de entrega irreales, lo que compromete aún más la seguridad de las edificaciones. Para encubrir estas deficiencias, los estándares de construcción son modificados artificialmente para que los proyectos pasen las inspecciones. La situación es tan alarmante que la cadena estatal china CCTV ha emitido reportajes criticando abiertamente esta falta de control.
Impacto en la Franja y la Ruta
Las críticas de CCTV no solo han estado dirigidas a las constructoras nacionales, sino también a las empresas estatales que participan en la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Estos proyectos no solo afectan la seguridad de las personas, sino que también pueden generar tensiones diplomáticas.
A pesar de las advertencias del gobierno central, el problema persiste. Las empresas constructoras chinas, que compiten con precios bajos para ganar licitaciones internacionales, continúan sacrificando calidad para mantener sus márgenes de ganancia. Además, cualquier retraso en la entrega de proyectos puede derivar en sanciones severas, como multas o incluso responsabilidad penal para los responsables de la obra.
El derrumbe del edificio de la Comisión de Auditoría de Tailandia es un ejemplo claro. Análisis de imágenes del colapso sugieren que la filial de China Railway Group utilizó barras de acero más cortas de lo requerido y en cantidades insuficientes. Además, durante la fase de cimentación, el cemento no se vertió adecuadamente en las áreas de carga, lo que debilitó la estructura y facilitó su colapso ante el terremoto.
Este caso plantea una pregunta clave: si las construcciones realizadas bajo la Franja y la Ruta presentan los mismos problemas de calidad, ¿cómo podrán los países afectados reclamar compensaciones o exigir correcciones? China ha financiado y construido puertos, carreteras y puentes en América Latina, por lo que un desastre natural similar podría generar pérdidas incalculables.
¿Cómo solucionar el problema?
Para evitar la repetición de incidentes como el de Tailandia, es fundamental establecer mecanismos de supervisión independientes en los países donde operan las constructoras chinas. Las legislaciones nacionales deben garantizar que las inspecciones sean realizadas por organismos autónomos con facultades para evaluar materiales, métodos de construcción y cumplimiento de estándares de seguridad.
Además de verificar las materias primas, un equipo técnico especializado debería contar con la autoridad para realizar inspecciones sorpresa en cualquier etapa de la obra, evitando así que los constructores puedan ocultar irregularidades. Esto no solo protegería la seguridad de la población, sino que también evitaría el despilfarro de recursos públicos.
El colapso del edificio en Tailandia ha generado dudas sobre la calidad de la infraestructura construida por China y sobre la eficacia de sus mecanismos de supervisión. Como única estructura de Bangkok que se derrumbó tras el terremoto, este incidente pone en entredicho la capacidad de China para garantizar la seguridad de sus proyectos y podría afectar su imagen ante sus aliados estratégicos.
La lección es clara: la supervisión rigurosa y la transparencia son fundamentales para evitar que el precio de lo barato termine costando vidas.
El autor es doctorando en el Instituto de Asuntos Internacionales y Estudios Estratégicos de la Universidad Tamkang (Taiwán).