La deuda educativa con las mentes brillantes



Las altas capacidades intelectuales, conocidas por sus siglas ACI, son un fenómeno multidimensional que incluye elementos cognitivos y psicosociales, según lo han explicado autores como Antonio Algaba-Mesa y Tatiana Fernández-Marcos en la revista Psicología y Educación.

El psicólogo Ceferino Artiles Hernández explica que las ACI se refieren al uso simultáneo y eficiente de diversos recursos cognitivos (lógicos, numéricos, espaciales, de memoria, verbales y creativos), destacándose excepcionalmente en uno o más de ellos. Además, los factores psicosociales son clave en su manifestación, lo que resalta la importancia de considerar otras características del alumnado con ACI, más allá de la inteligencia. Esto ha sido planteado por expertos como Paula Olszewski-Kubilius, Rena F. Subotnik, Frank C. Worrell.

En el sistema educativo panameño, según el psicólogo Alejandro Carrasquilla Jiménez, es común que los estudiantes con altas capacidades intelectuales pasen desapercibidos, lo que dificulta brindar atención a sus necesidades.

Por ello, es importante desarrollar un modelo educativo integral que aborde las múltiples variables asociadas a las ACI, más allá de la disincronía entre edad mental y cronológica. Igualmente, los profesionales de pedagogía y psicología deben tener un conocimiento profundo del alumnado con altas capacidades intelectuales para garantizar la atención a la diversidad y potenciar su rendimiento académico.

¿Qué son las ACI?

En Panamá, el Ministerio de Educación (Meduca) reconoce las ACI como una necesidad educativa especial (NEE) y las define como: “Las características de aquellos alumnos que, con o sin discapacidad, enfrentan mayores dificultades que el resto de los estudiantes para acceder a los aprendizajes correspondientes a su edad, o que poseen talentos especiales y, para ser atendidos adecuadamente, pueden requerir recursos de apoyo, ajustes o adaptaciones en una o varias áreas del currículo escolar” (Decreto Ejecutivo No. 1 de 2000 sobre la educación inclusiva de la población con necesidades educativas especiales).

Dentro del concepto de las ACI, existen diversos términos que permiten distinguir al alumnado según sus características específicas. En una tesis de grado, Marta González Pérez, de la Universidad Pública de Navarra, los clasifica así:

Precoz: Alumno cuyo desarrollo ocurre de manera temprana o anticipada, en comparación con lo esperado según el desarrollo normativo de las capacidades en un determinado ámbito.

Talento: Habilidad sobresaliente que exhibe un alumno en relación con su grupo de pares en edad cronológica, en un dominio, materia o asignatura específica.

Prodigio: Capacidad de realizar una serie de actividades de manera correcta que no se ajustan a lo esperado para su edad cronológica.

Genio: Individuo que es capaz de crear o producir un trabajo excepcional de forma autónoma, el cual recibe un reconocimiento o distinción destacada.

Necesidad de un abordaje integral

Actualmente, las ACI se entienden desde una perspectiva compleja de naturaleza genética y ambiental, multidimensional, diversa, moldeable y en constante desarrollo. Esto implica considerar factores endógenos y exógenos que modulan la expresión de las ACI, entre los cuales destacan la diversidad biológica, psicológica y contextual. Es decir, además de una base genética que proporcione un alto potencial, existen aspectos ambientales moduladores que influyen en el resultado de alto potencial biológico (Silvia Sastre-Riba, Universidad de La Rioja).

En esta línea, el Manual de Procedimientos del Meduca, insta a identificar a los alumnos con dificultades para acceder a los aprendizajes o con talentos especiales, destacando que pueden requerir ajustes y adaptaciones curriculares para ser atendidos adecuadamente. Este enfoque también subraya la importancia de atender las diferencias individuales y las necesidades educativas.

La evidencia sobre el funcionamiento cognitivo de las personas con ACI sugiere que estas, además de presentar un nivel elevado de inteligencia, cuentan con un sistema cognitivo de mayor eficiencia. Por esta razón, según la profesora de neurociencias María Isabel Gómez León de la Universidad de La Rioja, hacen uso de menos recursos para lograr metas y ejecutar tareas y presentan capacidades sobresalientes en los dominios de atención, memoria, funciones ejecutivas y velocidad de procesamiento (Mario Pimentel).

Considerando lo anterior, es fundamental incluir en el proceso de diagnóstico pruebas neuropsicológicas para evaluar el perfil cognitivo y neuropsicológico de los estudiantes con ACI. Esto permite recopilar información valiosa que contribuye al diseño de adecuaciones e intervenciones basadas en buenas prácticas pedagógicas, tal como lo establece el Decreto Ejecutivo No. 1 de 2000.

En cuanto al aspecto de la socialización y el bienestar psicológico, diversos estudios han proporcionado evidencia sobre las características socioemocionales del alumnado con ACI. Algunos autores sugieren que las ACI no necesariamente conllevan una mayor adaptación social del individuo (Entre otros, Antonio Algaba-Mesa, Tatiana Fernández Marcos, Helena del Sol Arévalo Martínez y María de Africa Borges del Rosal). Sin embargo, también existe evidencia que sustenta una hipótesis contraria: que los niños con ACI están mejor equipados para afrontar el estrés y los conflictos sociales (Maria Luiza Pontes de França-Freitas y Fabiola Baquero Gomide, y otros).

Las características de los alumnos con ACI suelen confundirse con diagnósticos como trastornos del neurodesarrollo o emocionales, lo que a menudo dificulta identificarlas y tomar medidas para su desarrollo integral. Esta falta de reconocimiento puede tener consecuencias socioemocionales. Al no satisfacer sus necesidades cognitivas, el chico puede experimentar frustración, aislamiento social o falta de motivación, lo que a largo plazo podría derivar en ansiedad y depresión.

De las autoras: Vanegas es docente de psicología en la Usma y Patel y Villarreal son estudiantes.


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