En septiembre de este año, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) emitió una voz de alerta en relación con un inicio temprano de brotes de infecciones respiratorias agudas, en varios países del hemisferio sur.
Esto indicaba un giro en el patrón de la temporada usual del 2023, durante la cual se observa la circulación de microbios respiratorios. Recordemos que cada año a nivel global nos enfrentamos a brotes invernales de enfermedades respiratorias. Este nuevo patrón ya se ha manifestado más allá de América Latina y el Caribe.
Para explicar estas nuevas tendencias epidemiológicas, la literatura médica habla de una “deuda inmunitaria”, término propuesto para describir una aparente escasez o silencio de la inmunidad protectora, lo cual resulta debido a prolongados periodos de circulación de un patógeno dado como lo fue el Sars-Cov-2.
Es decir, se produce una baja en la potencia inmunitaria, dejando una mayor proporción de la población susceptible a las otras enfermedades infectocontagiosas de las vías respiratorias. Este fenómeno se vio durante los meses pico de la pandemia de la covid-19.
No es de extrañarse entonces que ya pasado el auge de la covid-19 gracias a los programas de vacunación, empiecen a resurgir grupos previamente conocidos de infecciones respiratorias, usualmente debidas a una variedad de microbios que incluyen a los virus (VSR o virus sincicial respiratorio, adenovirus, influenza) y/o a las bacterias (neumococos y nycoplasma pneumoniae).
Éstas últimas son tratables por medio de antibióticos desarrollados con efecto específico para dichas cepas y que están ampliamente disponibles en nuestro país y América Latina. La mayoría de estas afecciones se presenta comúnmente desde las edades tempranas y su manejo y tratamiento nos es muy familiar a los pediatras.
Por ende, con los recientes titulares aduciendo brotes de “nuevas” infecciones respiratorias en China, Dinamarca y Estados Unidos (Massachusetts y Ohio), veremos un sinnúmero de teorías conspirativas sobre nuevas pandemias.
Si bien es cierto que estos patógenos pueden producir brotes comunitarios que se vuelven problemáticos, especialmente en pediatría, hay que mantener la calma al respecto.
Debemos educar al público sobre el carácter epidemiológico de tales infecciones y reforzar los programas de vacunación que protegen favorablemente contra la mayoría de estas afecciones. Las vacunas contra la covid-19, la influenza y las pulmonías por neumococo están disponibles en Panamá.
Quiero también destacar que, aunque aún no hay vacunas contra la pulmonía por Mycoplasma pneumoniae, actual motivo de preocupación del público, su presentación clínica es comúnmente con síntomas de catarro, dolor de garganta, fiebre, malestar general, cefaleas y tos persistente.
En la edad preescolar se pueden ver, además del cuadro catarral, diarrea y vómitos. A esta pulmonía, por ser usualmente de intensidad más leve, se le conoce como neumonía atípica o andante (“walking pneumonia” en inglés), porque en los pacientes jóvenes y adultos es poco molestosa y pueden trabajar, ir a la escuela, hacer mandados y mantener su rutina habitual muchas veces sin sospecha del diagnóstico.
No tengo una bola de cristal para declarar categóricamente que no estamos al borde de una nueva crisis de salud pública con la aparición de nuevas especies de patógenos respiratorios al otro lado del mundo.
Hasta la fecha, no se ha reportado la identificación de nuevos organismos infecciosos ni tampoco cepas bacterianas resistentes a los antibióticos disponibles. No obstante, no debemos bajar la guardia y debemos continuar educando sobre la importancia de la vacunación.
En conclusión, la “deuda inmunitaria” es una consecuencia evolutiva de las pandemias. Por lo tanto, al encontrarnos con inesperados brotes comunitarios de enfermedades infectocontagiosas, tocaría analizar y emular las estrategias para prevenir epidemias que están siendo avaladas recientemente por organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud, entre otros.
Esta es la “regla del 7-1-7″, a saber, cuando aparece un nuevo brote infeccioso, hay que estar preparados para identificar el patógeno máximo en siete días, reportar los casos a las autoridades de salud en un día y establecer medidas de prevención, control y tratamiento en siete días. Para más detalles sobre la “regla del 7-1-7″ dirigirse a preventepidemics.org/about/.
La autora es médica pediatra e investigadora
