En Panamá hay muchas cosas pasando, pero hay otras muchas que no. Para empeorar el panorama, los ataques de Trump han enturbiado el ambiente y desviado la atención. El proyecto de reforma de la Caja de Seguro Social (CSS) está entre los más importantes. Las protestas de Suntracs y de los profesionales de la salud de la CSS marcan el inicio del final del plazo que tiene el Ejecutivo y el Legislativo para aprobar el proyecto, ya que el tema empieza a sufrir un desgaste, al mismo tiempo que también la sufre la gestión de José Raúl Mulino. En otras palabras, al Presidente se le acaba el tiempo en este asunto.
Poco a poco, los gestores del proyecto son arrinconados contra la pared. En un escenario así, supongo que el Gobierno tiene listo su consabido plan “B”: comprar el voto de diputados que venden su conciencia en el mercado negro. El plan ya tiene antecedentes en esta Administración, es sencillo y no requiere convencerlos de nada, salvo de que obtendrán el dinero. Este es un escenario muy peligroso, pues lo único que tendrán que entender los diputados es que venderán su voto. Lo demás, es decir, el proyecto de ley, no les interesará un rábano. Aprobarán lo que le pongan por delante. Ya pasó con el contrato minero y no dudo de que pasaría con la CSS.
Ante un escenario así, no descartemos las revueltas, y entonces Mulino tendría que despedirse de su proyecto político ante el desgaste, pérdida de capital político, credibilidad y su escasa paciencia. Por eso esta semana no podía permitirle a Suntracs tomar el control de las calles. Su mensaje debía ser contundente y sólidamente convincente: cero tolerancia a disturbios; acabarlos de raíz para desanimar ¡desde ya! al que planee cerrar calles y/o carreteras.
Su apuesta es enfriar la intensidad de una revuelta, pero eso es impredecible. Sus acciones, cualesquiera que sean, pueden enfriar, pero también calentar, incluso, hacer hervir a la gente. Y si el movimiento social es espontáneo, poco podrá hacer para congelar su intensidad, salvo emplear la fuerza bruta, en cuyo caso, la situación se caldeará inevitablemente. Si ese fuera el escenario, tendrá que despedirse de la reactivación de la mina, porque la ira no será contra un nuevo contrato, sino contra él. Su situación pende de sutiles balances que él muchas veces no distingue por la espesa bruma que genera su explosivo temperamento, que lo inhabilita para reconocer las tonalidades grises. Él solo ve en blanco y negro y eso es una gran desventaja.
En cuanto a lo que no está pasando, solo me referiré al Ministerio Público. Mes y medio después de entrar en escena el nuevo Procurador, seguimos sentados en el teatro de nuestras lamentables realidades contemplando el telón: No hay obra, no hay actores y todo indica que la eternidad nos dormirá antes de que algo pase. A estas alturas, el actor principal ha debido informarnos qué hay y qué hará para concretar las ya tardías acciones a fin de recuperar el patrimonio del que fuimos despojados por la pasada Administración.
Los secretos sumariales no son una buena excusa contra la transparencia, porque puede decirnos mucho sin violar la ley. Me resisto a pensar que su silencio sea complicidad, pero para evitar enviar el mensaje equivocado, debería, al menos, mandar algunas señales de que algo hace. Pero como ya lo mencioné, hay muchas cosas que no están pasando y el ruido que eso provoca es ensordecedoramente preocupante, tanto como los disparos de perdigones y gases lacrimógenos.