Parto por aclarar que lo vertido en este artículo, son mis opiniones personales. Por ningún motivo deben interpretarse las mismas como opiniones gremiales o del gobierno.
Por muchos años el sistema pensional ha estado en crisis. No es ahora, donde parece que finalmente vamos a convenir en un sistema integral de pensiones, pero donde han surgido diferencias conceptuales sobre el futuro de las jubilaciones y su impacto en el bienestar.
La ruta que escojamos para captar, administrar y distribuir las cotizaciones de los asegurados, tendrá impactos diferentes en las inversiones, la economía y no menos importante en la visión moral y política de los ciudadanos.
Este debate está entre un sistema piramidal, que depende mas del crecimiento de los salarios y de la existencia de población suficiente para que empuje, el menguado retorno de los salarios del cotizante con la cotización de otros, y así lograr una pensión. Es un sistema donde siempre subsidiamos al abuelo, con los aportes del nieto. Y con la esperanza que, a ese nieto, Dios (porque la demografía no lo hará), lo llene de nietos, que aporten para el abuelo.
A esa ilusión, los ideólogos del populismo, la han adornado con el nombre de “solidario”. O sea , soy solidario porque dejo que mi abuelo se coma mi cena porque su abuelo, en su momento se comió la suya. Y así, per “secula seculorum”.
Hace ya bastante tiempo que la evolución demográfica y tecnológica han suscitado transformaciones descomunales en las premisas económicas de este modelo de comernos la cena ajena. Un sistema, que, de salida, nunca estuvo en equilibro o sea siempre se sacó más de lo que se meti. Los cambios de edades y crecimiento poblacional, han agrandado sin piedad el agujero.
Y para torcer más lo ya chueco, como se trata de un modelo populista y por lo tanto cortoplacista, nunca han habido reformas, solo parches. Remiendos a la medida del sastre. Así, vemos, dependiendo de la saliva política, sistemas con grandes diferencias en parámetros, edades y sexos. Pero, que a la postre, todos desembocan sobreviviendo a costa del papá Estado. Gobiernos que en todas partes, acaban secuestrados por el sistema pensional, limitando drásticamente su capacidad de invertir en crecimiento. Solo miren a Europa.
Lo curioso es que aún en su diseño original, el modelo “solidario”, es un modelo regresivo donde siempre se privilegia al menos pobre y a los que por ley se le otorgan privilegios. Así, los que viven más, que siempre son los privilegiados, por su nivel de bienestar o por sus prebendas pensionales lo hacen a costa del pobre. Aquí en Panamá ahora mismo para pagar pensiones superiores a $1,500 hay que soltar $135.000 por cada pensionado Eso equivale a muchas cotizaciones de la clase baja trabajadora. En otras palabras, el sistema redistribuye en forma regresiva. Y entre más sea el rezago entre la densidad de cuotas y las jubilaciones, mayor es el peso de los privilegiados en el subsidio total. Una pirámide demográfica produce una pirámide de bienestar invertida.
Por el otro lado, la reforma del sistema no es un mero tema de ajustar parámetros o cuentas para no seguir cavando mas el hueco. El elefante en cuarto es la enorme deuda pensional que existe con quienes pagan o han pagado sus cuotas. Porque las mal llamadas “reservas” se esfumaron por alentar un sistema que recogía menos que lo que pagaba. Aquí no hay de otra que intervenga el gobierno a honrar este mal negocio.
Pero aquí, nuevamente, los acólitos del sistema “solidario” esperan que el gobierno cubra todo el hueco, o sea sufrague el creciente hueco, sin mover paramétricas, y además asuma toda la deuda acumulada por un sistema regresivo e insolidario. Regresión al cuadrado.
Si queremos un país de ciudadanos responsables, en la reforma del modelo debemos hacer frente a nuestro futuro, Eso implica sacrificio y cada cual acumular y cuidar sus ahorros. Y en la medida de nuestras posibilidades encarar nuestras obligaciones pasadas. Debemos quitarle lastre al gobierno para que invierta y ayude a crecer al país.
¡ Y todo mundo a trabajar y a ahorrar.!
El autor es director de la Fundación Libertad