La educación es la verdadera riqueza de cualquier país, y la enseñanza, el oficio más importante que puede ejercer un ciudadano. Los gremios educativos panameños decidieron dejar de dar clases indefinidamente a partir del 23 de abril de 2025.
Si yo tuviera el honroso título de maestro, sacaría a las calles pancartas, banderas y tamboritos contra la nueva ley de la Seguridad Social, contra la ministra de Educación y contra todo aquello por lo que haya que protestar. Hay tiempo de sobra para hacerlo los sábados, los domingos, los días festivos; en las tardes, si trabajo en las mañanas, y en las mañanas, si trabajo en las tardes.
Dedicaría todo el tiempo posible a protestar por todo lo protestable, pero jamás les negaría a mis alumnos ni una hora de enseñanza, porque soy consciente de la importancia de mi vocación de educador, que es más grande y más fructífera que todas las protestas, por muy justas que sean.
Si yo tuviera el honroso título de maestro, protestaría contra el gobierno por todos los medios a mi alcance, menos negando la educación a los hijos de los gobernados, entre los que están también los míos. Negar la educación a la población estudiantil para protestar contra el gobierno es tan absurdo como si yo me divorciara de la madre de mis hijos —que me ha hecho muchas maldades— y la castigara negándoles los alimentos a los hijos de ambos.
¿Qué culpa tienen mis hijos de las maldades que me hace su madre? ¿Qué culpa tienen los hijos de los gobernados de las maldades que me hacen los gobernantes? La verdad es que no lo entiendo.
El autor es jubilado.

