En el complejo entramado social y económico de un país, hay pocos elementos tan cruciales como el nivel educativo de su población. La educación no solo determina el futuro de las personas, sino que también impacta de manera directa en la recaudación de impuestos del estado. En lugares como Panamá, donde se observan desafíos en la gestión pública y la efectividad en la recolección fiscal, es fundamental reconocer que invertir en educación desde los primeros años es una estrategia clave para cultivar una cultura de responsabilidad tributaria y, al final del camino, asegurar un desarrollo sostenible.
Un ciudadano bien educado tiende a comprender mejor la esencia y la importancia de los impuestos. Al estar más informado sobre cómo sus contribuciones se transforman en servicios públicos esenciales, como salud, educación y seguridad, se cultiva un sentido de pertenencia y responsabilidad que es fundamental para el buen desempeño del sistema tributario. Esta comprensión se forma desde la infancia; por lo tanto, es esencial que, desde los primeros años en la escuela, los niños aprendan sobre el papel que juegan los impuestos en la sociedad. Fomentar esta conciencia no solo ayudará a que los futuros ciudadanos vean el pago de impuestos como una obligación cívica, sino también impulsará una cultura de transparencia y compromiso.
La relación entre el nivel educativo y la efectividad en la recaudación de impuestos es clara. A medida que la población se vuelve más educada, también aumenta su capacidad para exigir responsabilidades a sus líderes. Los ciudadanos informados están en una posición más fuerte para demandar un uso eficiente y transparente de los recursos públicos. En este sentido, la educación actúa como un motor que empodera a la sociedad civil, permitiéndole participar activamente en la supervisión del gobierno y la mejora de los servicios públicos.
Además, una población con mayor nivel educativo tiende a involucrarse más en el ámbito político, lo que genera una presión positiva sobre los líderes para que implementen políticas públicas más eficaces y justas. Cuando los ciudadanos comprenden los beneficios que provienen de un sistema tributario justo y eficiente, se inicia un círculo virtuoso: una mejor educación genera una mayor recaudación, y una recaudación más efectiva permite financiar mejoras en educación y otros servicios esenciales. Este ciclo no solo eleva la calidad de vida de los ciudadanos, sino que también fortalece la democracia, al crear un entorno en el que la ciudadanía tiene el poder de exigir y recibir lo que le corresponde.
Por otro lado, es esencial señalar que el éxito en la recaudación de impuestos no solo depende de la disposición de los ciudadanos para contribuir, sino también de la confianza en que sus aportes serán utilizados de manera responsable. Aquí, el papel del gobierno es fundamental. Debe demostrar, a través de acciones concretas y transparencia, que el dinero recaudado se convierte en beneficios palpables para la sociedad. Así, los ciudadanos, al observar una mejora constante en los servicios públicos, se sentirán más motivados a cumplir con sus obligaciones fiscales.
Al comparar el desempeño de países que han logrado combinar un sólido sistema educativo con una efectiva recaudación de impuestos, encontramos ejemplos inspiradores. Países como Suecia y Dinamarca han alcanzado altos niveles de recaudación fiscal gracias a un fuerte compromiso con la educación. En estos lugares, la educación se considera un derecho fundamental y se invierte de manera significativa en programas que no solo fomentan el conocimiento académico, sino también la conciencia cívica sobre la importancia de contribuir al bienestar colectivo. Como resultado, la confianza del público en el sistema tributario es elevada, y los ciudadanos están más dispuestos a pagar impuestos, al percibir un retorno tangible en forma de servicios públicos de calidad. En cambio, en países donde la educación tiene menos prioridad y la desconfianza en el uso de fondos públicos es elevada, como ocurre en varias naciones en desarrollo, se observa una menor efectividad en la recaudación fiscal y una cultura de evasión.
En conclusión, la educación es un motor vital que impulsa la recaudación de impuestos en Panamá y en cualquier país que busque un desarrollo equitativo y sostenible. Invertir en educación, especialmente en los primeros años de vida, permitirá formar una ciudadanía más consciente, informada y participativa, capaz de entender la importancia del pago de impuestos y de exigir un gobierno que responda a sus necesidades. La clave radica en sembrar desde la infancia la comprensión de que los impuestos no son una carga, sino una inversión en el bienestar común. Solo así se podrá avanzar hacia un país más justo, donde la recaudación de impuestos se considere un acto de solidaridad social y un paso crucial hacia el progreso colectivo.
El autor es Country Managing Partner – EY.