Quiero referirme a un problema, diríamos que administrativo, con respecto a la enseñanza de la religión y la ética. En particular, sobre la asignación de vacantes en el concurso de nombramiento del año escolar 2023 del Ministerio de Educación. Nos parece extraño, por decir lo menos, el nulo número de vacantes de ética; en cambio, decenas de vacantes de religión, para ser exactos 42.
La Constitución Política de Panamá indica en su artículo 107: “Se enseñará la religión católica en las escuelas públicas, pero su aprendizaje y la asistencia a actos de culto religioso no serán obligatorios”. No sabemos hasta donde es su alcance, si abarca la educación básica general hasta la educación media.
En cambio, el artículo 3 de la Ley 47 de 1946 (ley orgánica de educación) señala lo siguiente: “La educación panameña se fundamenta en principios universales, humanísticos, cívicos, éticos, morales, democráticos, científicos, tecnológicos, en la idiosincrasia de nuestras comunidades y en la cultura nacional”. Con base a este articulado, la cuestión es integral. Ahora bien, si quieran catequizar a la población ya sería otra cosa. Pero que lo digan públicamente.
Las 42 vacantes de religión tienen otros componentes como la ética, la moral, los valores y el civismo. El problema administrativo decimos, y no queremos pensar que sea ideológico, es la prelación de estas 42 vacantes a quienes tengan el título de religión y no de ética.
Ahora bien, ¿qué institución expide estos títulos? La Universidad de Panamá brinda el título de licenciatura en humanidades con especialización en filosofía, ética y valores. Dentro de su pénsum se dictan cursos como fenomenología de la religión, axiología, religiones comparadas y filosofía de la religión. La Facultad de Humanidades y Teología de La Universidad Católica Santa María La Antigua brinda el técnico y la licenciatura en religión, ética y moral, incluso una maestría en estudios éticos.
El punto es el siguiente: así como están las cosas, nos parece discriminador que las vacantes de religión se les asigne preferentemente a quienes tengan el título de religión y no el de ética, teniendo en cuenta que las vacantes de religión tienen un componente ético, axiológico y cívico en el cual los egresados de la especialización en filosofía, ética y valores son competentes. Lo más justo sería competir en igualdad de condiciones.
Por último, esto evidencia una realidad mucho más compleja: necesitamos una nueva Constitución y una reforma educativa.
El autor es doctor en filosofía