La extraña criatura del verano de 1955

La extraña criatura del verano de 1955
En el verano de 1955 ocurrieron unos sucesos extraños. Apareció una criatura nocturna que atacaba a los mejores novillos.


Terminaron las lloviznas e inundaciones de octubre de 1954. El primero de enero de 1955 cayó sábado, amaneció soleado, anunciando que llegaba el verano y que las aguas del Chiriquí Viejo se pondrían claras, para que la chiquillera pudiera ir a pescar y bucear en los charcos del río y en los esteros de la mar.

Según el Almanaque Bristol, lectura obligatoria en nuestra casa para saber cuándo era tiempo de pescar y sembrar, el domingo 2 de enero era el día de San Basilio Magno y San Gregorio Nacianceno. Atardecía cuando súbitamente la música alegre que transmitían las radioemisoras cesó y estas entraron en cadena nacional emitiendo canciones marcha y leyendo comunicados. Recuerdo las canciones que debíamos aprender en el colegio, como: La Bandera Panameña de Ignacio Valdés y Alberto Galimany; Marcha Panamá, de Eduardo Maduro.

Los urgentes comunicados que se leían eran que, en el hipódromo Juan Franco había ocurrido un atentado contra el presidente de la República, el coronel José Antonio Remón Cantera. El presidente había sido herido, pero estaba bien. Una ambulancia lo trasladó al hospital Santo Tomás, donde lo atendían los mejores galenos del país y se recuperaba. Mucho después, anunciaron que el presidente había fallecido de varios disparos, mientras celebraba el triunfo de su caballo.

Hay eventos de los que uno siempre se acuerda dónde estaba en ese momento. Yo estaba en Puerto Armuelles, en casa de mi prima mayor y madrina, Gloria Moreno de Melara. Hubo un silencio total que se apoderó de este puerto bananero al saberse que había sido asesinado el presidente de Panamá. Todos se preguntaban qué pasaría.

Lo que pasó fue que se decretó ley marcial y toque de queda; y la policía comenzó a perseguir y arrestar a quienes se suponían autores del magnicidio y aquellos considerados enemigos políticos del difunto presidente. Entre los primeros arrestados estuvo el primer vicepresidente, el ingeniero José Ramón Guizado, juzgado, condenado y quien luego publicó sus amargas experiencias en México,1958, el libro De una Celda al Infinito, el cual fue prohibido en Panamá.

A Chiriquí Viejo llegó una comisión al anochecer en busca de armas y a detener a mis tíos, por ser arnulfistas, es decir, seguidores del Dr. Arnulfo Arias Madrid. Mi abuelo le dijo al capitán, que resultó ser un sobrino, que armas no teníamos y que no le diría dónde estaban mis tíos escondidos. Ellos andaban por los espesos manglares del estero de Majagual.

Ese verano del 55 ocurrieron unos sucesos extraños. Apareció una criatura nocturna que atacaba al ganado deslenguado a los mejores novillos. Una noche, atacaba una finca en Chiriquí occidente y en la siguiente por Chiriquí oriente y luego en Tierras Altas.

En Chiriquí Viejo, nos atacó a la medianoche. Desde el anochecer, el ganado estaba inquieto. Los habíamos arreado desde el fondo del potrero hacia los playones del río, para que bebiera agua y pasara la noche. Pero el ganado seguía muy inquieto y bramaba. Mi abuelo pensó que el tigre atacaría. En eso, vacas, bueyes, terneros y novillos armaron carrera en estampida hacia el fondo del potrero y al toparse con la cerca de alambre, regresaron al playón. Mi abuelo y tíos buscaron las viejas escopetas, se pusieron las botas de caucho y las lámparas de carburo para averiguar qué pasaba. Buscaron en el potrero, pero nada hallaron. Al otro día, apareció un novillo de los más galanos, deslenguado. La hierba donde estaba el animal parecía mortecina y olía como a azufre quemado. Alguien comentó que ese era el olor del mismísimo diablo y la gente se santiguaba.

Mucho se habló de esta misteriosa criatura. Mi abuelo decía que una vez él y su papá, Angel Moreno, cruzaron la serranía del Tabasará, entre Chiriquí y Bocas del Toro, llevando una saca de ganado que vendieron en las fincas bananeras de los alemanes, en La Laguna de Chiriquí Grande. Allí conocieron a un hondureño, que les dijo que se trataba de un enorme murciélago, como del tamaño de un gran pavo, que se le montaba en la nuca a las reses y le echaba a la nariz un veneno azufrado, obligando al animal a sacar la lengua para respirar y allí la criatura se las cortaba. Afortunadamente, para alivio de todos los chiricanos, la criatura no volvió a atacar los hatos en la provincia.

Mucho después, entrevistando a campesinos de Tonosí, me contaron de una extraña criatura que ataca las reses por las noches, deslenguado a los mejores novillos.


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