Donde quiera que uno mire, especialmente en las sociedades más prósperas, hay un vigoroso interés por todo lo relacionado con la longevidad. Hay medicamentos, dietas, planes de ejercicios y suplementos que prometen, con poca evidencia, que pueden prolongar la vida. Y es que la aversión a envejecer, y el temor a la muerte, han estado con nosotros desde siempre. Muestra de esto puede observarse en los sitios de entierro de los Neandertales, que claramente demuestran, en ese grupo humano, prácticas ritualistas, quizás dirigidas a ayudar a sus muertos en la otra vida. Muchas tradiciones religiosas en diversas partes del mundo tienen en su credo central promesas de vida eterna o bien algún sistema que garantice la reencarnación. Muy pocas son las que aceptan que esta vida es todo lo que hay. Sea como sea, muchos humanos están interesados en que no se les acabe el recreo, y están dispuestos a invertir cualquier cantidad de dinero con tal de verse y sentirse jóvenes y posponer en lo posible el momento cuando nos apagan la luz por última vez. Muchas son las leyendas y el folclore sobre la búsqueda de la llamada Fuente de la Eterna Juventud.
Los científicos por su parte están realizando esfuerzos considerables para entender el proceso de envejecimiento y cómo revertirlo o detenerlo. Uno de los descubrimientos más prometedores es la llamada reprogramación celular. En ella, una célula envejecida, digamos de la piel, puede, con la activación de ciertos genes y la adición de ciertas sustancias químicas, recuperar la juventud y vitalidad de una célula nueva. Bajo ciertas condiciones, este proceso de reprogramación puede permitirle a una célula especializada, convertirse en una célula pluripotencial. Y aunque esto puede sonar más a ciencia ficción o un tema de una película de Hollywood, este descubrimiento le valió el Premio Nobel al científico japonés Shinya Yamanaka. Y una compañía en los Estados Unidos, Life Biosciences, va a iniciar un estudio en seres humanos utilizando la reprogramación celular. Esta investigación inicial pretende revertir la pérdida de visión de pacientes que padecen de un tipo particular de daño en el nervio óptico.
Estudios similares han demostrado éxito en mamíferos pequeños y en primates. Lógicamente, existen muchas otras aplicaciones clínicas potenciales para la reprogramación celular y es muy probable que en los años venideros se emplee en el tratamiento de otros padecimientos. Pero lo más interesante sería para muchos demostrar que esta tecnología pudiera utilizarse para prolongar la vida, regenerando las células de todo nuestro cuerpo.
El otro gran negocio que existe en este terreno de la longevidad lo tienen las compañías que ofrecen una plétora de pruebas de laboratorio y otros estudios que pretenden predecir el riesgo o susceptibilidad de una persona a futuras enfermedades. Existen como mínimo diez de estas compañías en Estados Unidos, que por una suma considerable de dinero te analizan por ejemplo tu genoma completo, te hacen una resonancia magnética del cuerpo entero, más de 200 pruebas de laboratorio, un estudio profundo de tu función cardíaca, estudios de tu microbioma intestinal y muchos otros análisis. Para dar un ejemplo, una de estas compañías conocida como Human Longevity Inc, ofrece su enorme batería de pruebas por 25,000 dólares. Otras como Function Health o Superpower Health, ofrecen sus servicios a través de una membresía anual con un costo de 499 dólares por año. Estos servicios son tan populares, que una de ellas tiene una lista de espera de 100,000 personas.
El hacerse estas mega-evaluaciones puede sonar lógico, pero la cosa no es tan sencilla.
En primer lugar, estudios tan amplios en personas que no tienen síntomas pueden detectar anomalías o variaciones que realmente no predicen ningún aumento real del riesgo de enfermar o morir. Y hallazgos como estos, comúnmente conocidos como falsos positivos, pueden llevar a la persona a realizarse otros estudios o procedimientos que, con frecuencia, conllevan riesgos de complicaciones como cirugías, biopsias y radiografías innecesarias. Y esto sin tomar en cuenta el estrés emocional y la preocupación mientras se llega al fondo del asunto. Además, estos estudios y pruebas en masa no han demostrado todavía científicamente ni prolongar la vida ni mejorar el pronóstico de algunas de las enfermedades que detectan. En muchos casos una cosa es identificar un riesgo potencial, como un gen, por ejemplo, y otra es demostrar que podemos hacer algo realmente para cambiar el curso de las cosas. Para demostrar la utilidad y seguridad de este tipo de práctica necesitamos evidencia científica que se obtiene a través de estudios clínicos y eso toma tiempo. Pero la fiebre del antiaging y el deseo de hacer dinero se ponen a veces en el camino de la buena ciencia.
En fin, aún no hemos descubierto la Fuente de la Eterna Juventud que tanto buscó el explorador Juan Ponce De León, ni mucho menos el secreto de la inmortalidad. Pero digamos que no ha sido por falta de esfuerzo y quizás algunos de los últimos adelantos científicos al menos apuntan en la dirección correcta. Mientras tanto, si queremos vivir más tiempo y mejor, no nos queda otra que, comer sano y menos, hacer mucho ejercicio, tener un propósito en la vida, cultivar amigos y tener mucha, mucha suerte de que no nos apaguen la luz antes de tiempo.