La gallina de los huevos de oro



Cuando queremos transmitir un mensaje abierto a la comunidad, la fábula es un antiguo género que sirve como medio y fin en la transmisión de valores de ciudadanía, que sin lugar a duda forman y educan el imaginario de la colectividad, principalmente en valores. Y a pesar del enorme desarrollo de las ciencias, cuando algún positivista de línea dura peyorativamente te diga que lo que dices es una fábula, le puedes responder: “Muchas gracias”, porque las revoluciones científicas se construyen sobre nuevas estructuras y ellas, las fábulas, siguen ahí. ¿Pero de qué se trata este relato? Pues se trata de lo fabuloso que, como Esopo, somos muchos panameños. Esopo fue un antiguo poeta griego famoso por sus fábulas, entre ellas este cuento con moraleja titulado “La gallina de los huevos de oro”.

Como panameños reconocemos ampliamente el valor de esta monumental obra e incluso, las opiniones resultan favorables cuando hacen referencia al sentimiento de orgullo que se alcanza al cabo de un cuarto de siglo de administración de la vía acuática, tanto como de la pasión y adrenalina al estilo “somos la sele”, que aunque en ocasiones algún gol malintencionado se pudo originar en la zona 14 de la cancha, área donde según la estadística se crean el 80% de estos, siempre la fuerza de la institucionalidad puede sacar las manotas y, por efecto de demostración, detener la mala jugada. También ocurre que estamos atentos a dónde fue el error, no importa que hayan pasado 25 minutos en la cancha o 25 años en la institucionalidad panameña. Pareciera que algunas consignas se tornan como en la película “Durmiendo con el enemigo”, con lo que nos disparamos todos en el pie.

Aunque la disonancia cognitiva y el derecho a disentir son genuinos en sociedades civilizadas como la nuestra, todo indica que hemos olvidado el origen del entretejido: que el Canal no es una república dentro de otra, sino más bien es la manifestación de la voluntad de los panameños. Como preparación a los retos derivados de la implementación del Tratado de 1977, en el año 1994, el país inició, bajo la guía del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), una serie de encuentros multi-actores mejor conocidos como los Bambitos y Coronados, nombrados así por los lugares donde se realizaron, que hoy figuran como sitios emblemáticos en nuestra historia moderna.

Así, en 1997, Panamá cumplió con el mandato de sus ciudadanos al organizar sus responsabilidades mediante una entidad gubernamental denominada Autoridad del Canal de Panamá, creada por la Constitución Política de la República de Panamá y por la Ley 19 del 11 de junio de 1997, correspondiéndole la responsabilidad total por la administración, operación y mantenimiento del Canal de Panamá. Su régimen legal especial es como un traje a la medida de diseñador local, hecho a lo panameño.

Aquí no aplicaba el dicho “amanecerá y veremos”. En realidad, pudimos ver primero y estar preparados. Como resultado de la tenacidad de todas las fuerzas vivas y la capacidad de construir consensos cuando se deponen los intereses personales, felizmente el país de diálogos asumió, un 31 de diciembre de 1999, la plena administración del Canal de Panamá, con la misión de generar mayores beneficios para los panameños, y de esta meta todos sabemos que se ha cumplido con creces.

Por lo dicho, el Canal de hoy es el Canal de Panamá, y esto en función de que su modelo tropicalizado e innovador es el resultado de lo que los panameños y panameñas queríamos que fuera y que al fin pudiésemos protegerlo de los vaivenes de la política criolla, entiéndase, de nosotros mismos.

Por esto, como en la fábula de Esopo, antes de matar a la gallina de los huevos de oro, recordemos quiénes somos los verdaderos dueños y diseñadores del tutelaje con el que hoy cuenta nuestro Canal. Así que, cuando estemos tentados a criticar la obra de nuestras manos, recordemos evaluar siempre nuestra intención política y la necesidad apremiante de que sigamos juntos sudando la camiseta que fortalece las bases fundacionales de nuestra institucionalidad democrática, porque no solo se trata de reputación; es que esta obra es sinónimo de orgullo nacional, y el Canal, como la sele, nos ha dado bastante. Las críticas son buenas, pero como en la narrativa de Esopo, no haya tantos más de aquellos, que de hecho son los menos, que “abrazan proyectos (políticos) a veces de tan rápidos efectos, que, en pocos meses, cuando se contemplan ya marqueses, contando sus millones, se vieron en la calle sin calzones”.

No matemos a la gallina de los huevos de oro.

Doctor en ciencias, educación social y desarrollo humano.


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