El año 2025 ha comenzado de manera particular debido al nuevo presidente de EE.UU. y, recientemente, por la audiencia del Senado sobre el Canal de Panamá. Sin reconocer que EE.UU. ha dejado abandonado a Panamá comercialmente, se alarman porque la silla vacía ha sido llenada por su competidor.
Esa alarma ha llevado a EE.UU. a iniciar una guerra económica contra Panamá. El profesor Christian Harbulot, de la Escuela de Guerra Económica de París, explica que esta consiste en idear, desarrollar e implementar una estrategia general disimulada con el objetivo de controlar, debilitar, desorganizar, crear dependencia o influenciar significativamente la economía o las decisiones del Estado destinatario.
La guerra económica puede incluir, entre otras acciones, operaciones informacionales, medidas de bloqueo, inclusión en listas negras, control de activos o líneas de suministro, discriminación arancelaria, sanciones económicas, administración arbitraria de ayudas, prohibición de inversiones, control del flujo financiero y de capital, así como limitación de exportaciones. En su forma más extrema, puede integrarse dentro de una guerra híbrida con intervenciones armadas.
En el caso de Panamá, la controversia actual se desarrolla con una incipiente campaña informacional, similar a lo ocurrido en 2016 con los Panama Papers y el caso Waked, que nunca supimos enfrentar. La audiencia del Senado de EE.UU. ha buscado generar una narrativa y un cuestionamiento sobre la gestión del Canal y los movimientos estratégicos de su rival.
Algunos de los objetivos expuestos incluyen influir en el manejo de los puertos, reconocer la poca presencia económica y empresarial estadounidense en el país, señalar la tardía reacción de Panamá frente a los riesgos hídricos, criticar las tarifas del Canal, cuestionar la corrupción gubernamental y la renovación de la concesión de los puertos en favor de PPC. Incluso se ha insinuado, aunque de manera discreta, la posibilidad de descartar los tratados de manera unilateral y recurrir al uso de la fuerza militar.
Con estas acciones, se exploran las vulnerabilidades y divisiones internas del país, mientras se construye una narrativa que busca justificar las medidas ante la opinión pública estadounidense y panameña.
El frente informacional y la respuesta de Panamá
Es en el ámbito informacional donde Panamá debe prepararse. Se pueden prever filtraciones o revelaciones sobre figuras públicas, asuntos gubernamentales y corrupción. La intensidad del ataque dependerá de la resistencia que enfrenten, con medidas de presión adicionales como la calificación de grado de inversión o restricciones en los bancos corresponsales.
En este escenario, podrían aparecer listas discriminatorias, medidas de retorsión e incluso el respaldo de ciertos sectores de la sociedad civil o supuestos expertos “independientes”, cuyos mensajes ya han comenzado a circular como parte de la construcción de una narrativa favorable a los intereses estadounidenses.
El gobierno panameño ha reaccionado con un discurso firme: el Canal es panameño y no es objeto de discusión. La sociedad, por su parte, ha respondido apelando a argumentos históricos, cifras y la defensa de la soberanía y la eficiencia del manejo del Canal, además de contextualizar la presencia de empresas chinas en Panamá dentro de un marco comercial común a muchas otras naciones.
Hacia una estrategia nacional
A pesar de la reacción inicial, Panamá necesita una estrategia nacional más clara y estructurada. Es necesario:
Preparar mejor la defensa en el terreno informacional.
Fomentar la unidad nacional.
Adoptar una postura autocrítica y reformista.
Crear un think tank independiente y permanente.
Desarrollar una narrativa argumentativa integral que no se limite a la gestión del Canal.
Contratar firmas de lobbying y comunicación digital.
Incluir voceros no gubernamentales para contrarrestar la narrativa adversa.
Cuestionar la concesión de PPC y evaluar su revisión.
Además, se debe diseñar una estrategia diplomática que fortalezca alianzas en las principales capitales del mundo y en Latinoamérica, ya que la guerra económica se gana en el campo de la opinión pública.
Si EE.UU. se preocupa por la presencia de empresas chinas en Panamá, su principal esfuerzo debería enfocarse en incentivar la llegada de sus propias compañías, promoviendo inversión y participación en licitaciones, algo que Panamá no ha obstaculizado en ningún momento.
La visita del secretario de Estado de EE.UU. representa un riesgo si no se está debidamente preparado. La primera regla de toda negociación es anticipar al contrario, neutralizar sus argumentos y presentar soluciones viables. Ante la relevancia del momento, Panamá no puede permitirse la improvisación.
Ariel I. Corbetti
Abogado en ejercicio. Máster en derecho civil y máster en derecho de los negocios por la Universidad de París II.
