Para los antiguos pobladores del Istmo, predecir acontecimientos históricos era un insulto a los dioses. En la actualidad, gracias a la cliodinámica, podemos predecir lo que sucederá en Panamá cuando se presenta una ley y hay miles de millones de dólares en juego. La cliodinámica no es más que el estudio del cambio (dinámica) de la historia (Clío, en referencia a la musa mitológica griega de la historia).
Nuestra nación comparte trayectorias previsibles, hasta revolucionarias, al igual que otras sociedades humanas, donde el denominador común ha sido la gran brecha entre ricos y pobres, aunado a que las políticas económicas son extractivistas y no están alineadas con el bien común del ciudadano. Si la relación entre el sector comercial y la parte pública fuera simbiótica en Panamá, el mercado panameño y la economía real siempre estarían bien.
Impresiona que las revoluciones panameñas no han cambiado las cosas para la gran mayoría de los ciudadanos, porque quienes las organizaron se limitaron a arrebatar las riendas a quienes las tenían antes de ellos y replicaron el mismo sistema. El general Manuel Antonio Noriega tuvo razón y predijo en un multitudinario discurso militar ante las extintas Fuerzas de Defensa de Panamá en Albrook, en el año 1988: “Atrás de mí vendrán peores. ¡Aguántense a Noriega!”.
En los últimos días, la atención ciudadana se ha enfocado en la controvertida propuesta de modificación a la ley del seguro social hecha por la Alianza para salvar el sistema financiero no productivo de Panamá, con el fin de evitar los gravámenes exigidos a los distintos tipos de renta ante el gran déficit fiscal. Se podría decir que también enfrentamos un gran déficit moral, ya que el interés propio de la clase políticamente dominante busca elevar al nirvana de la prosperidad masiva a la nación con dichas reformas: la codicia es buena porque, cuanto mayor sea el deseo de ahorro pensional, la gente trabajará más duro, y así todos seremos más prósperos en Panamá.
El problema en el Istmo ha sido el desempleo crónico, que contradice la realidad de la propuesta gubernamental. Lo preocupante es que este anteproyecto exonera el impuesto de las concesiones de fibra óptica, pagándolo con el aumento de la edad de jubilación de las panameñas y los panameños. Esto elimina transitoriamente el problema de la liquidez gubernamental con deuda, pero debilita enormemente la confianza de la ciudadanía al atentar contra la seguridad jurídica con expropiaciones de ahorros pensionales y de la Ciudad de la Salud para entregarlos a terceros. Paradójicamente, este anteproyecto se presenta en sesiones extraordinarias en la Asamblea Nacional en el mes en que celebramos nuestra soberanía nacional, con una esencia y espíritu similares a los de una sociedad esclavista y colonial de la época virreinal española o de la Gran Colombia.
Estamos en el peor momento del ciclo de la deuda panameña. Los salarios reales (ajustados a la inflación) se encuentran estancados, hay una sobreproducción de jóvenes con diplomas universitarios desempleados y una desconfianza in crescendo hacia las instituciones panameñas, mientras la deuda pública está a punto de reventar. No hay que ser profeta ni tener visiones especiales para ver lo que la mayoría de los panameños ya percibe en el anteproyecto de ley.
Como una fase desintegradora de la sociedad panameña, con inestabilidad social y estallidos persistentes de violencia política, las modificaciones planteadas incentivarán la migración hacia la informalidad en el mejor de los casos. Por otro lado, los directivos empresariales emplearán mayoritariamente mano de obra migrante, presionando aún más a los bajos salarios de los trabajadores panameños con menor formación académica.
De aprobarse a tambor batiente las modificaciones planteadas, la historia panameña nos indica que se iniciará una lucha interna en las calles contra el establishment político.
El autor es cirujano subespecialista