Después de escuchar las respuestas que dio el presidente de la República, José Raúl Mulino, a la pregunta de un periodista sobre el 35 aniversario de la invasión a nuestro país por parte del ejército de Estados Unidos, sentí una profunda pena y vergüenza por parte de todos los componentes del Estado. Por ello, me veo obligado a solicitarle a tan prestigioso diario me permita la publicación de este escrito través de su sección de Opinión.
El problema del acto bélico de 1989 no fue la invasión, cuyo resultado era fácilmente predecible. Era la agresión de un país que en ese entonces tenía una población de más de 250 millones de habitantes contra otro de menos de 3 millones de habitantes, con la excusa de la existencia de un gobierno adverso y dictatorial.
En nuestro caso, el presidente del Gobierno de nuestro país, el presidente Mulino, se dio el caché de analizar las causas de la invasión, dentro de su propia perspectiva, entre las cuales mencionó la declaración de guerra del entonces general y dictador Manuel Antonio Noriega en contra de los Estados Unidos, el asesinato de un soldado estadounidense en las cercanías del cuartel general de la Policía Nacional en El Chorrillo, y la presencia de un gobierno de facto, entre otras razones, cada una más estúpida que la anterior, para justificar la invasión tan absurda como los comentarios del presidente.
Señor Presidente, aprendí de dos profesores de español en mi vida: la profesora Rosario de Núñez, o Rosario Núñez, en mi primer año de escuela secundaria en el Colegio José Dolores Moscote, y de la profesora Susana Richa de Torrijos en el primer año de la Universidad de Panamá. Me enseñaron que antes de hablar hay que leer e interpretar debidamente lo leído, para no cometer errores, cosa en la que usted parece tener un doctorado.
En ese sentido, tendría que decirle que en el caso de una invasión existen dos actores: el país que invade, que siempre será el invasor, y el país invadido, que siempre será la víctima de la invasión. Una invasión es un acto de guerra común entre dos o más países que lo están, y Panamá jamás estuvo en guerra con Estados Unidos. En consecuencia, toda su teoría no tiene pies ni cabeza. Estados Unidos invadió la República de Panamá, utilizando técnicas innovadoras de destrucción que ni siquiera eran conocidas por los panameños. Eso fue un asalto a mano armada contra un cuidador desarmado y sin formación.
Señor Mulino, recuerde que usted es el presidente de la República de Panamá y debe responder en el marco legal y personal atendiendo los mejores intereses de la nación panameña. Usted no es Panamá, usted es un empleado con un muy buen salario dentro de la estructura socio-política del Estado panameño, y ante un desliz como el cometido por usted, la renuncia debía ser el paso honorable a seguir.
Una invasión es un acto de guerra en el que murieron decenas, cientos o miles de panameños, defendiendo el honor de la patria mancillada. El número no importa, aunque para usted sí. Usted no hizo nada y hoy justifica ese acto de guerra criminal, aprovechándose de las facilidades del Estado para exponer, a través de una red nacional, su aberrante teoría. Por favor, no utilice los fondos del Estado para exponer públicamente su teoría llena de tragos alucinógenos y llena de odio hacia los panameños, sus compatriotas que lo escogieron como Presidente en ausencia de otros ciudadanos mucho más reconocidos que usted.
Por el momento, lo felicito por su posición como Presidente de decir algo, pero desconozco, por considerarla aberrante, su teoría de la invasión. Usted justifica la invasión, pero no dice nada del periodo de la dictadura. Hable de ese período.
El autor es ciudadano.