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La lectura, los ODS y los derechos culturales

Si bien es cierto que la crisis de pospandemia colapsó algunos sectores de la economía como el turismo, a nivel nacional e internacional, o que el trance de pequeñas y medianas empresas afectó de forma desproporcionada a miles de familias y trabajadores de la economía informal y formal, no es menos cierto que esta calamidad impactó sustancialmente la educación y la cultura, desmejorando de forma grave la calidad de vida de las personas en muchos aspectos. Esto, de muchas formas, impactó negativamente los derechos culturales de la gente.

Los derechos culturales, dice la Ley General de Cultura de Panamá, son “las facultades, libertades y reivindicaciones ejercidas por personas, grupos y comunidades relacionadas con sus identidades, imaginarios, memorias, expresiones y modos de vida. Los derechos culturales forman parte integral de los derechos humanos”. Esto hace referencia a un conjunto de actividades culturales humanas que ayudan a que la calidad de vida de las personas sea mucho mejor.

Por eso la lectura es uno de los derechos fundamentales de las personas que, desafortunadamente, se ha empeorado en el marco de la pandemia causando serios estragos entre los más vulnerables. Basta consultar el Informe de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2021 para conocer la destrucción de la pandemia sobre la educación.

Cuando pensamos en los derechos de las personas y, concretamente, en los derechos culturales, podemos relacionarlos y vincularlos fácilmente con los ODS (los Objetivos del Desarrollo Sostenible), que son la ruta o mapa de la Agenda 2030, que es el plan global de la ONU para la erradicación de la pobreza, la lucha contra el cambio climático y la reducción de las desigualdades más ambicioso. En pocas palabras, los ODS implican un conjunto de compromisos de alcance planetario y se centran en sus vertientes sociales, económicas y ambientales.

Es cierto que dentro de los 17 objetivos escogidos la cultura no es mencionada (grave error); sin embargo, es un eje transversal que se cruza con todas las acciones humanas y es un factor coadyuvante que permite abonar el terreno para que las personas vivan mejor. La Fundación Germán Sánchez Ruipérez (FGSR) es enfática cuando sostiene que el alcance de la lectura es muy superior y transversal, no sólo respecto al resto de las prácticas culturales, sino en relación con otros ámbitos de la sociedad que son cruciales para la mejora de las condiciones de vida de las personas.

El Laboratorio Contemporáneo de Fomento de la Lectura (LCFL), un proyecto de la FGSR, elaboró un valioso documento que nos deja saber cómo la cultura, sobre todo la lectura, son una competencia imprescindible para las actividades de la vida y el cumplimiento de los ODS. El documento apunta: “Los beneficios indirectos generados por la cultura tienen un efecto acumulativo, gracias a las actividades eficaces con base cultural encaminadas al logro de los ODS”.

La investigación añade que la lectura es transversal en el sentido de que es un tipo de competencia o de actividad que resulta imprescindible para buena parte de la vida humana en una sociedad postindustrial. También logró identificar los ODS que se vinculan más a la lectura. Estos son el objetivo 4: garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos; el objetivo 8: promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos, y el objetivo 11: que las ciudades y los asentamientos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles.

Esto llevó a que se identificarán otros ODS que pueden ser impulsados mediante acciones de fomento de lectura: el objetivo 3: garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades. El objetivo 5: lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas. Y el objetivo 10: reducir la desigualdad en y entre los países.

En nuestra opinión, la lectura se cruza con todos los ODS, porque en el fondo es una capacidad que ayuda a tomar decisiones. En palabras del mismo laboratorio: la lectura es un factor de formación y es un instrumento para que los ciudadanos tengan una mayor capacidad para elegir y para decidir. Si pensamos en la ética del cuidado y toda su relación filosófica y antropológica con el mundo, veremos que si se aprende a cuidar se puede cuidar todo, no solo el cuerpo y la salud, sino todo en la vida. Con la lectura se sensibiliza a las personas y se crean conexiones éticas y cívicas con el mundo.

Es sumamente importante que dejemos de pensar en la lectura como una práctica sociocultural vinculada sólo a la educación y que empecemos a reconocer su significado y competencia en todos los sectores de la sociedad. No obstante, el papel de la escuela sigue siendo el primer paso para que los niños y jóvenes aprendan a leer y escribir bien. De nada sirve teorizar sobre los derechos culturales de las personas si la población no sabe leer y escribir. Por eso dice el LCFL que el fomento de la lectura debe insertarse en cualquier estrategia nacional o internacional que se oriente hacia la mejora de la productividad y al logro del pleno empleo.

El autor es escritor.


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