La marihuana que me seduce (parte 1)

Mis encuentros con pacientes adolescentes, cosa que ocurre cuando ya los bebés de los prístinos años han crecido frente a los ojos sorprendidos de sus padres, abrieron los míos. “La marihuana no es nociva”, “la marihuana no mata”, “la marihuana no es adictiva”, eran frecuentes frases de la mayoría de ellos. Esa es la marihuana que me seduce, la desconocida, la que daña cuando se consume a diario y se inicia desde muy temprano en la pubertad y la adolescencia.

Con la denominación de “marihuana medicinal” y su legalización, el mensaje es claro: “la marihuana no es nociva”, “la marihuana no mata”, “la marihuana no es adictiva”, “la marihuana es buena porque hasta es medicinal”.

Lo que sabemos sobre la marihuana es como muchas cosas que conocemos en medicina: es bastante y todavía es poco. Es bastante y enumeraré lo más prominente, y es poco porque siendo una substancia calificada o descalificada, o programada como 1 (”Schedule 1″), en la calificación de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés), de Estados Unidos, no solo su uso es prohibido, sino la investigación es entorpecida por ello. Drogas con la Clasificación 1 son drogas a las cuales no se les acepta uso médico y tienen un potencial alto de abuso.

Cuando se dice “marihuana medicinal”, se está siendo impreciso. La planta de la marihuana tiene propiedades medicinales, sí, es cierto, y tiene otras, no medicinales. El componente o cannabinoide más abundante de la planta (fitocanabinoide) es el THC (delta 9-tetrahidro-canabinol), que es psicoactivo y adictivo. Es una planta que crece silvestre y muere anualmente, florece durante el solsticio del verano y, en el otoño, la flor madura. Hace muchísimos años se incorporó a la agricultura humana, al punto de ser uno de los más antiguos cultivos y se le incorporó a la actividad familiar por variadas motivaciones. En la flor se acumulan las semillas ricas en THC. Hoy, la marihuana se siembra, se la cuida con mucho esmero y se cultiva al gusto y necesidad de su agricultor o su empresario. La flor se corta, se seca y se acicala para que entre al demandante mercado. Es tan codiciada, que se le hacen leyes para prohibirla o para industrializar su población.

Precisamente, la calificación de la marihuana ha hecho difícil y frágil su investigación y eso ha conllevado, incluso, a exponer la buena y la mala ciencia. Las poblaciones humanas que se estudian son difíciles de calcular y formar, y su representatividad es aún más difícil de lograr. Otras investigaciones se hacen en ratas de laboratorio, por ejemplo, que también dificultan la extrapolación de los resultados a las condiciones humanas.

La marihuana es adictiva. En el 2014, la doctora Nora Volkow, directora del Instituto Nacional de Abuso de Drogas (NIDA) de Estados Unidos, publicó que el 9% de quienes la usan por primera vez se hacen adictos y que entre los iniciados durante su adolescencia, uno de cada 6 se hace adicto y 25%-50% son consumidores diarios. Nueve de cada 10 personas con problemas de uso de substancias se iniciaron en la marihuana antes de los 18 años de edad.

El otro hecho que no puede desconocerse y lleva a hacer imprecisas aseveraciones de que fumar marihuana no hace daño, porque ellos la fumaron en sus años de juventud y gozan aún hoy de buena salud, es el hecho de que, en los años 90, las concentraciones de THC en la marihuana andaban entre 2% y 4%, cuando hoy ya está arriba de 16% y 18%, y por encima de 20% en los canabinoides sintéticos, como el K2, el Spice o el Piqui.

Tampoco se puede despreciar la relación que guardan la percepción de daño y el uso o consumo de substancias psicoactivas. En la medida que la percepción de daño es alta, el consumo de esas substancias disminuye y, lo contrario, a medida que la percepción de daño disminuye, el uso de las substancias se incrementa. Por ello, considerar que la marihuana no es dañina o no es adictiva, se constituye en uno de los mayores riesgos de consumo entre los adolescentes.

El cerebro humano no termina su madurez sino más allá de los 20 o hacia los 24 años de edad. El lóbulo frontal con su corteza prefrontal medial y lateral -el juez de las acciones correctas- es tremendamente vulnerable al secuestro por un fitocanabinoide, la marihuana, de los sitios que corresponden a los endocanabinoides del sistema humano. Con ello se da un desarreglo de las funciones de los neurotransmisores del sistema nervioso central, con particular énfasis en la dopamina. Diversos estudios con resonancia magnética funcional, que permiten ver la actividad neuronal durante el experimento, como también otros métodos precisos y sofisticados para medir volúmenes de tejidos, demuestran el efecto deletéreo de la marihuana sobre la función y la arquitectura neuronal, que producen cambios en la funcionalidad de las neuronas y el volumen del cerebro, más severo con el uso diario e intenso de la marihuana desde tempranas edades.

Continuará el próximo viernes...

El autor es médico pediatra y neonatólogo


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