El título suena a una narración, como si nuestra selección pierde el juego que nos puede convertir en los Campeones de la Copa Oro, pero no es así en realidad. Tampoco es el título de una película de guerra mucho menos.
Más bien, quiero describir sobre cuando el pueblo panameño elige a un presidente que no representa a las mayorías y se transforman en un gobierno con intereses diferentes de para los que fueron elegidos, en sus respectivos puestos: diputados, alcaldes y representantes.
Las noches de mayo de cada 5 años, se convierten en una derrota fatal donde perdemos las grandes mayorías y nos volvemos testigos de cómo se despilfarran nuestros dineros y nuestros contralores aprueban todo y no dicen nada. Los lentes que usan tienen una receta de encontrar todo en orden, aunque sean millones y las respectivas auditorías para explicar lo que todos se preguntan nunca ven ni una brusca.
Las primeras semanas de mayo de cada 5 años, en vez de ser una fiesta electoral, se convierten en fechas de luto para el país, porque muere la equidad, la justicia y la democracia de las mayorías y se vuelven fiestas de unos cuantos gatos que se reparten la piñata con sus amigos y copartidarios.
Unos celebran victorias, creyendo que ganaron un mejor futuro, pero lo que llega, son miserias y migajas, un trabajo temporal que consiguen por una recomendación de fulanito de tal, como agradecimiento porque lo ayudo a caminar en su campaña, buscando votos con obsequios que salen de partidas circuitales o algo parecido, sin saber que los fondos de su jubilación están en peligro, que la escuela y la educación de sus hijos y nietos, son un sistema de mafias para los nombramientos, que los medicamentos que necesita para el tratamiento de sus vecinos escasean, que las carreteras de su barrio nadie se las va hacer ni reparar, que un amigo de su jefe tiene influencias para importar arroz y otros rubros y hacer desleal la competencias de los productores nacionales, que construirán un mega proyecto de 30 o 40 millones inflados y entre algunos altos funcionarios se repartirán gran parte de esas inversiones que no devolverán, que no quedaran presos, que nuestra justicia recibirá maletines enviados por aquellos que dicen ser víctimas de persecución política y tienen aliados en la Asamblea Nacional sus diputados que los protegen para salvarles el pellejo. Pues como dicen favor, con favor se paga.
Estas derrotas que muchos no ven, ni se dan cuenta, hacen perder el futuro del país y familias humildes que cae en manos de un sistema clientelista y corrupto que sabe hacer negocios con fondos públicos y con los puestos de poder, vinculados con algunos empresarios que pasan agachados y nadie los conoce y no dicen nada. Lógicamente, son unas minorías pero están a la orden de cualquiera que gane en mayo.
El mercadeo de los políticos corruptos está bien orquestado con asesores e “influencer” y “call centers” que los convierten en víctimas y sueltan mensajes anónimos, destruyendo las reputaciones de aquellas personas que los denuncian o tienen opiniones que no les agradan.
Sobreviven gracias al apoyo de cómplices que se benefician con el poder o buscan algo y personas que son explotadas debido a sus necesidades precarias a quienes que les prometen y después abandonan.
Los gobiernos corruptos no repiten seguidos pero salen otros gobiernos que siguen este círculo vicioso y van destruyendo al país en pedazos.
Cambiar el país requiere no volver con los mismos y apoyar a los grupos “independientes” que aspiran a ocupar puestos de elección popular, especialmente ahora que un buen número de ellos han logrado postularse. Está la opción de renovar los cuadros nuevos de la política e incluyo al candidato Ricardo Lombana que fue candidato independiente en las elecciones pasadas.
Aclaro que los cambios a nuestro país, inician con cada uno de nosotros y por eso el Presidente John F. Kennedy cerró su discurso del primer día de gobierno con “No te preguntes qué puede hacer tu país por tí, sino qué puedes hacer tú por tu país”.
Las noches de la derrota pueden ser una victoria, si entendemos que no podemos seguir este círculo vicioso.
El autor es magister en Salud Pública
