La nueva dogmática política

La política en Panamá ha entrado en una vorágine peligrosa que, de manera inevitable, conducirá a una abrupta disminución de la identidad nacional y a la pérdida de la institucionalidad democrática liberal, del equilibrio político y de la estabilidad social.

La primera estocada al pacto social fue el ascenso escabroso del actual presidente al Palacio de Las Garzas, seguido por la conformación de una administración pública sesgada a la derecha, sin representación alguna de la diversidad social (un “gobierno 100% empresarial”), cuyo objetivo evidente es continuar saqueando los fondos públicos que pertenecen a todos los panameños.

Luego vino el ataque imperialista estadounidense y la respuesta bilateral, al margen de la participación ciudadana, acompañada de opacidad diplomática (sin “amigos de camino”), ejecutada privativamente por el presidente de la República.

Para continuar agravando la endeble institucionalidad de la democracia liberal-oligárquica, la burguesía financiera —clase social y poder económico que ha ejercido la hegemonía durante los últimos 35 años, con el actual presidente al frente— se ha situado a tan solo unos pasos de un régimen de excepción de carácter autoritario.

Los signos y hechos son evidentes. Primero, fue el establecimiento de “un tribunal penal especial”, en abierta violación de la Constitución Política y la Ley, mediante el cual se ha “judicializado” la protesta popular.

Pero no conforme con semejante aberración jurídica, y contrariando derechos humanos, económicos y sindicales, se ha procedido ilegalmente al cierre arbitrario de cuentas bancarias de una de las organizaciones sindicales más representativas del sector laboral nacional, con la intención de asfixiar económicamente dicho gremio de trabajadores.

Se trata, entonces, de la conculcación de la libertad ciudadana para protestar y organizarse en defensa de sus intereses particulares y de la nación en general. Sin embargo, la actuación de corte totalitario no es nueva en el quehacer histórico del actual mandatario de la República. Lo verdaderamente preocupante, como contexto, es el escandaloso y ensordecedor silencio con que se ha tomado el resto de la ciudadanía y el oligopolio mediático ante el deterioro inducido por el poder político de lo que resta de las libertades democráticas.

Para expresar con mayor fervor y dolor patriótico la agonía de la Nación, digámoslo con el poeta Gaspar Octavio Hernández:

¡Bandera de la patria! Sube…, sube hasta perderte en el azul… Y luego de flotar en la patria del querube; de flotar junto al velo de la nube, si ves que el Hado ciego en los istmeños puso cobardía, desciende al Istmo convertida en fuego y extingue con febril desasosiego ¡a los que amaron tu esplendor un día!

¡Así de sencilla es la cosa!

El autor es abogado y analista político.


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