Tuve la oportunidad en estos días de viajar a La Palma, Canarias, España, que se convirtió en capital de Centroamérica, en ocasión del V Festival Hispanoamericano de Escritores. Isabel Burgos, Carlos Wynter y yo tuvimos la oportunidad de intercambiar experiencias y palabras con nuestros colegas de Centroamérica y Canarias. Los días estuvieron llenos de cercanías y reflexión, de aprendizaje y de búsqueda de respuestas sobre algunas realidades de nuestros países.
Es cuando uno se encuentra entre recién estrenados amigos, o a la mesa con los de siempre, que repara en el poder de este extraordinario oficio de escribir. Ver la complicidad del público y su asombro feliz ante lo que contábamos, reconcilia a uno con la esperanza de que las cosas pueden ser mejor si nos empeñamos en nombrarlas de otra manera, porque nombrar es transformar, es tomar conciencia.
Han sido días enriquecedores en la Plaza de España de La Palma compartiendo con jóvenes de secundaria, personas mayores, lectores y escritores recientes o de consolidada carrera, sobre el poder de las palabras, hemos escuchado voces poéticas poderosas, hemos visto a lectores, comprando nuestros libros, buscando nuestras firmas, creyendo en la literatura, sorprendidos y encantados con nuestra presencia.
Y la complicidad que ha nacido en estos días va a dar sus frutos. Toca seguir trabajando, toca hacer las cosas de otra manera, mejor, para ver nuevos y mejores resultados. Las palabras que viajan por nuestro hermoso y dolorido territorio, siempre regado de esperanza, van a calar hondo, van a mostrar una Centroamérica que camina de vuelta a sus mejores días. Y no es cuento, es un trabajo al que nos daremos pase lo que pase. Lo que quede, será memoria o intento de no olvidar de dónde hemos venido.
El autor es escritor