Exclusivo Suscriptores

La pésima gerencia del Estado

El Estado panameño es un desastre. Y no es un problema del actual gobierno que, sin duda, lo ha agravado. Es un desastre porque no tiene la menor idea, ni noción de lo que es gerenciar.

Gerenciar no es una palabra privativa de la esfera privada. Gerenciar es planear, organizar, ejecutar y controlar cualquier actividad, privada o pública para lograr los resultados esperados. El Estado panameño está lejos de eso y de allí derivan los múltiples problemas de ineficiencia, desgreño y corrupción que debilitan el país y fomentan la desigualdad.

En algún momento el Estado pudo ser mejor, pero la politiquería y la falta de visión nacional han promovido metas alejadas del bien común y han enraizado una burocracia politizada, sin capacidad alguna, más que servirse a sí misma.

Cualquier proceso racional de gerencia empieza por la determinación de objetivos reales, concretos, factibles y medibles y que fundamentan el proceso de “planeación”. Se parte un plan estratégico, o visión de país o el plan de gobierno -que muchas veces es paja- pero que, si es valioso, puede traducirse en objetivos y acciones definidas con indicadores claros de cumplimiento.

Lo que tenemos hoy, es un modelo obsoleto sin objetivos nacionales reales, inspirado en una ejecución presupuestaria difusa donde se miden los “insumos” o la bendita “ejecución presupuestaria” y lo que se mide es cuánto se gastó o se ahorró y muy rara vez, qué se logró.

Al ciudadano le interesan resultados concretos y no retórica presupuestaria con que lo mareamos año tras año. El panameño ha mostrado una clara preferencia por el “hizo” sobre el “robó”, a pesar de todas las implicaciones morales que esta actitud arrastra.

Si podemos entonces definir objetivos, tenemos lo más importante: un mapa y una ruta. Y aquí pasamos de la “planeación” a la “organización”, o sea, qué recursos humanos, materiales, talento, experiencia y conocimiento necesitamos. Cómo, dónde y cuándo y para qué.

¿Cuál es la realidad? Para ponerlo fácil, hasta aquí, el Estado panameño es un barco sin destino claro, y por supuesto, sin ruta. Lleno de gente sin las capacidades necesarias, sin definición real de tareas, sin indicadores de desempeño y mucho menos, vinculados a un sistema de medición de efectividad. ¿Sabemos por dónde anda ese barco? ¡Dios solo sabe dónde llegará!

Ya en altamar, viene el otro pedacito, la “ejecución”. ¿Quién hace que la gente haga lo que tiene que hacer y para cuándo lo tiene que hacer? , obvio, los gerentes del país. Y esos Gerentes, ¿qué ejecutan, sin metas, sin cronogramas, sin organización y sin recursos? Alguien me puede decir, ¿Quiénes son esos gerentes? Ejecutivos, que no deben ser menos expertos y diestros que los de Copa, de los bancos, de las cervecerías, y otras empresas que hacen crecer este país.

Y aún falta un pedacito. Las tareas de “control” o sea de medición, de retroalimentación que enrumben al barco donde tiene que ir, si es necesario, corrigiendo su rumbo. Y, sobre todo, manteniendo informado al pasaje (nosotros) con claridad y transparencia. ¿Vamos donde debemos o que vamos al garete? Con un almirante difuso y unos capitanes haciendo de las suyas.

Todo esto, es lo menos malo. Lo peor, son las consecuencias. Primero, un manejo ambiguo, irracional y desordenado solo lleva a la “destrucción de valor”. Y esa pérdida es, la causa fundamental de la desigualdad que todos aborrecemos.

Me explico mejor: Panamá podría tener un mejor sistema tributario con las cargas fiscales mejor repartidas. Pero con lo que tenemos, hay recursos suficientes para brindar salud, educación y seguridad tan buena o mejor que la privada. Pero la pésima gerencia, y por supuesto la corrupción, acaba brindando al ciudadano un servicio tercermundista donde solo se salva el que puede pagar. El caso insignia, la Caja del Seguro Social.

Si los servicios básicos fueran de primera, y todos tuviéramos agua, salud, seguridad y educación adecuada, seríamos bastante iguales en nuestra calidad de vida. Esa odiosa diferencia hoy, entre el que puede y el que no, se le endilga a la “desigualdad” a secas, cuando en realidad es incompetencia. En los países bien gerenciados, hay poca desigualdad a pesar de las diferencias de ingreso.

La no gerencia trae un cúmulo de problemas inherentes a la mala asignación y aprovechamiento de los recursos. En particular por falta de buena gerencia de Contraloría, transparencia y rendición de cuentas, hace que nuestra desgreñada nave, se vea más y más como un banco pirata con los pasajeros secuestrados.

¿Pero, no es este un país de gerentes? ¿Por qué no despertamos y empezamos a pedir cuentas en temas que sí sabemos? Por qué, por ejemplo, Apede no salta a la oportunidad y retomamos lo que sabemos y apretamos a los políticos por su incompetencia. Por allí podemos tener resultados concretos.

Ya lo expresó Max Weber, hace siglo y resto: “Solo hay dos pecados mortales en la política: la carencia de finalidades objetivas y falta de responsabilidad”. Y una refuerza la otra.

El autor es director de la Fundación Libertad


LAS MÁS LEÍDAS

  • Los combustibles bajarán de precio a partir de este viernes 12 de diciembre. Leer más
  • Gobierno anuncia acuerdo sobre salario mínimo: así quedarán algunas tasas por regiones. Leer más
  • Naviferias 2025: el IMA anuncia horarios y lugares del 15 al 19 de diciembre. Leer más
  • Jubilados y pensionados: así será el pago del bono navideño y permanente. Leer más
  • Embajador de Estados Unidos toma el desayuno chino con la diputada Patsy Lee. Leer más
  • Contraloría inicia auditoría a fondos que transfirió el MEF a gobiernos locales en el gobierno de Mulino. Leer más
  • Estados Unidos incluye a Ramón Carretero Napolitano en la Lista Clinton. Leer más