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La poética del silencio en ‘El temblor’

El temblor, de Nicolle Alzamora Candanedo (Ediciones Sagitario). Es un libro que contiene 8 cuentos cortos que merecieron el Premio de Cuento Juvenil “Carlos Francisco Changmarín” del Municipio de Panamá 2020 y fue publicado en el año 2022. Nicolle Alzamora Candanedo nació el 22 de enero de 1992. Es abogada. Ha publicado los libros de cuentos: Caminando en círculos (2016) y Desandanzas (2018). El temblor es su tercer libro.

Una breve aproximación a los cuentos de Nicolle necesita aclarar que las historias de Nicolle no aspiran a mayores complicaciones, ni pretenden perder al lector en enmarañadas tramas, tampoco son cuentos de corte fantástico y, como el simbolismo es peligroso para los cuentos, como afirma Harold Bloom, la autora no se preocupa por enmascarar a sus personajes bajo enigmas que hay que interpretar. Los cuentos de Nicolle son la posibilidad de reformular la frustración y la impotencia ante una realidad insoslayable.

Nosotros hemos descubierto que los cuentos de Nicolle encierran una poética del silencio que existe en la narrativa. Cuentos de grandes escritores como El prado de Bezhin, de Ivan Turguéniev; ¿No oyes los perros ladrar?, de Juan Rulfo; El Evangelio según San Marcos, de Jorge Luis Borges; Colinas como elefantes blancos, de Ernest Hemingway; Una vista del bosque, de Flannery O’Connor tienen implícito el recurso de crear formas de silencio que, en la mayoría de las veces, crean incertidumbre en el lector. “La poesía está hecha de palabras, pero sobre todo de silencios” nos dice Andrés Holguín en su ensayo Las formas del silencio, algo que también los narradores hábiles pueden crear.

En el ensayo Consideraciones en torno al silencio y la palabra, de Rosa M. Mateu Serra, nos dice: “el silencio, inversamente, alecciona al individuo a adentrarse hacia sí mismo, a revolver en su intimidad, a buscar la autenticidad y, por tanto, al sentimiento de angustia”. Algo similar sucede en las historias breves de Nicolle: sus personajes se angustian y, a la vez, descubren una ventana por donde escapar.

Un estudio interesante de Alexandra Avellaneda titulado: Lo esencial se esconde bajo las palabras escrito para un seminario sobre El silencio en la literatura, podemos leer: “Las locuciones no verbales, el contexto, el ambiente, o sencillamente, el simple hecho de callar, se convierten, al igual que la metáfora, en extensiones de las palabras que ahondan en el significado y recobran la pluralidad del sentido”. Es lo que hace Nicolle para presentar la subjetividad de sus personajes y ahondar en sus conflictos anímicos.

Los relatos de Nicolle son eminentemente urbanos. Tal vez por eso nociones como la demora, la espontaneidad, la espera, el tedio, la soledad, el miedo son fundamentales en su narrativa para que desde el silencio se revelen las emociones como el temor ante lo inevitable, la esperanza de recuperar relaciones perdidas, las decisiones de abandonar el pasado; situaciones donde las palabras no hacen falta, porque el lenguaje ha sido el gran triunfo del hombre, pero también ha sido su decepción y defraudación. La deshumanización del lenguaje desde las acciones mudas de los personajes para devolver la mirada a lo humano.

El silencio al fin, como la última frontera, como un lugar inhabitado, pero que convive y se articula con lo intrínsecamente expresable, nos dice Max Colodro en su ensayo El silencio en la palabra aproximaciones a lo innombrable y añade: “El lenguaje frente al silencio, frente a la proyección imaginaria de su fin, de su límite y de su imposibilidad. Del otro lado de la palabra, la nada, la ausencia total del sentido, el puro sinsentido...” Nicolle Alzamora logra crear un lenguaje donde el código del silencio gobierna.

George Steiner en su libro Lenguaje y silencio. Ensayos sobre la literatura, el lenguaje y lo inhumano, precisa en su apartado El silencio y el poeta: “el ideal sería que cada poeta tuviera su propio lenguaje, exclusivo para sus necesidades expresivas; dada la naturaleza social y convencional del habla humana, tal lenguaje sólo puede ser el silencio”. En este sentido Nicolle Alzamora ha encontrado la aspiración a cierto ideal que sintetiza la realidad donde se mueven sus personajes y donde la fábula se expresa desde el silencio.

“Me aíslo en pos del silencio”, dice Norma Lazo en un ensayo profundamente creativo que es casi una novela: La luz detrás de la puerta: el silencio en la escritura. Siento que los personajes de Nicolle se aíslan en el silencio y la soledad. Una soledad urbana, mortal. “Salí a hacer mis mandados cargando encima una soledad que me pesaba…”, dice uno de ellos. “En el silencio absoluto de su apartamento vacío solo se escuchaba su respiración acelerada, el pulso trepidante de sus venas”, nos dice la voz del narrador en otro de los cuentos. En los cuentos de Nicolle el silencio es un laberinto que puede percibir el murmullo de los secretos de los personajes, como afirma Norma Lazo. Piezas como El duelo, Lo verdadero, Exploraciones y Empacarse son cuentos con un buen nivel de lenguaje expresivo, por mencionar la mitad del conjunto, pero, sobre todo, donde el silencio tiene preponderancia sobre la palabra, sin menospreciarla, solo que la distancia de la palabra que actúa sobre los personajes, esa ausencia de expresión verbal, también es un descubrimiento desde otro lenguaje, como una metáfora: la presencia de una ausencia. Leer a Nicolle Alzamora no es perder el tiempo.

El autor es escritor


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