La princesa ligera es un cuento de George MacDonald, escritor escocés del siglo XIX. El mismo trata sobre la hija de unos reyes que es víctima de un maleficio por parte de su tía bruja, el cual la hace que flote ilimitadamente, es decir, que no responde a la gravedad de la tierra. La trama gira en torno a cómo lograr que la niña tenga peso, ya que es imposible vivir con levedad. Esta historia, dirigida para la educación en valores en la niñez, serviría para contemplar lo que ocurre en la sociedad actual y en este período de transición, luego de las elecciones de mayo de 2024; ayudaría a reflexionar sobre nuestro rol como ciudadanos.
Diariamente somos testigos de un mundo violento e hiperconectado, donde con un clic en cualquier equipo electrónico, podemos enterarnos, vivenciar, comentar y sufrir por eventos cotidianos hasta noticias de gran envergadura. Además, si invertimos gran parte de nuestro tiempo utilizando las redes sociales visualizando todo el contenido ofrecido, es posible comprender, analizar o hasta controlar cualquier circunstancia que se nos presente; al menos, eso creemos. Esta gestión tiene un alto costo para nuestra salud mental y bienestar, incluido el de nuestras familias.
Asimismo, en este universo de contenidos, ensayamos con individuos que levitan sobre ideas y constructos mentales desde triviales hasta peligrosos. En estos espacios virtuales se realizan foros sin censura y se exponen comentarios con palabras tan filosas como espadas, las cuales pueden destruir una escena dolorosa, constituida por imágenes perturbadoras, en chistes y caricaturización. Y a ese fenómeno lo podemos considerar “libertad de expresión”. No hay límites y el filtro lo tenemos nosotros.
Así como la princesa ligera crecía sin tomarse nada en serio, lo que preocupaba a sus padres; en este espacio virtual y en el real nos topamos con personas volubles, disfrazadas con máscaras de crueldad, que nos escupen su odio, frustraciones y temores. No hay cortesía, seriedad ni compromiso en el trato hacia los demás. La palabra dada perdió valor. Existe un desinterés en el bienestar del otro; prevalece la mezquindad. La ignorancia reina en este palacio, ignorar el bien, y se empodera frente a la verdad, la bondad y la belleza.
No obstante, existen reinos ricos en conocimiento, amor, valores, esperanza y lucidez, de lo que debe ser la humanidad: gente en crecimiento constante, producto del aprendizaje continuo. Es decir, gente dispuesta a aceptar su imperfección, su ignorancia de la verdad absoluta; su rareza y diversidad.
Por otra parte, en el cuento citado, nuestra joven, a través del agua, experimenta el dolor y el llanto, logrando el equilibrio entre volar y pisar tierra. Así, el sufrimiento la ayuda a anclarse a su humanidad.
De igual importancia, el hombre que habla con personas de todas las edades, personaje de esta historia, tiene el rol de guiarla en este proceso de enseñanza y, a través de la experiencia, ella obtiene un nuevo comportamiento. Puede representar la sabiduría, la ética, la filosofía.
Sin pretender realizar un ensayo de este trabajo literario, invito a que el lector se imagine dentro del teatro donde se expondría esta obra y reflexione por unos momentos. Observemos a nuestra princesa flotando, atada al piso con cualquier objeto pesado y pretendiendo sentarse en un trono. Por cierto, esta silla puede corresponder a un puesto de autoridad y relevancia, donde también nos ubicaríamos nosotros, si el destino nos lo pide. Una vez ilustrada esta escena, tendríamos que preguntarnos: ¿Qué necesita la princesa para poder sostenerse en la misma? ¿Con qué valores la ajustaríamos? ¿Cuál sería el mínimo que le pediríamos, si solo pudiéramos contar con un solo principio ético, nada más?
Igualmente, nosotros deberíamos hacer la introspección y revisar con qué nos sostenemos y soñamos en nuestra realidad. ¿Qué aspectos nos falta desarrollar en nuestra personalidad y estamos dispuestos a hacerlo? ¿Estamos por las nubes, nos equilibramos o dónde nos ubicamos? ¿Vivimos en otra dimensión física y espiritual? ¿Nos autoengañamos?
“Cada quien es libre de pensar, sentir y actuar según su universo personal”, sin embargo, somos seres sociables y para sobrevivir debemos saber convivir; necesitamos pensar en el bien de la colectividad. Enfrentaremos desafíos complejos en todos los ámbitos de la vida humana que exigen de nosotros lo mejor. No cabe actuar con ligereza.
“Debemos estar dispuestos a realizar un cambio de actitud, por el bien de la Nación”.
“Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto”. Daniel 5:25-28
La autora es psiquiatra de niños y adolescentes.