Lo que se está viviendo en Venezuela en este momento, donde, tras 25 años de Revolución, el régimen ha mostrado su verdadero rostro al convertirse en una dictadura abierta, me lleva a dedicar mi artículo semanal a reflexionar sobre la relevancia de la democracia para el desarrollo empresarial.
En un mundo cada vez más interconectado y globalizado, la democracia y el Estado de derecho se han convertido en pilares esenciales para construir un entorno empresarial saludable y sostenible. Estas dos condiciones no solo protegen los derechos y libertades individuales, sino que también establecen un marco que propicia la competencia justa y el acceso equitativo a las oportunidades.
A continuación, expongo mi punto de vista respecto a cómo la democracia y el Estado de derecho influyen directamente en el ámbito de los negocios.
El fundamento de una economía saludable y próspera radica en la existencia de igualdad de oportunidades para todos. En sistemas democráticos, donde las leyes son implementadas y respetadas de manera justa, emprendedores, trabajadores y empresas pueden competir en un mismo nivel. Esto no solo impulsa la innovación, sino que también permite que las mejores ideas y soluciones surjan, sin importar su contexto socioeconómico.
Por el contrario, en gobiernos autoritarios o dictatoriales, como los de Cuba, Nicaragua y Venezuela, las oportunidades no se distribuyen equitativamente. La carencia de un Estado de derecho fomenta el clientelismo, la corrupción y la arbitrariedad, generando un entorno en el que solo unos pocos privilegiados tienen acceso a recursos y mercados. En estos escenarios, la preparación y la habilidad para aprovechar oportunidades carecen de valor si el sistema no ofrece a todos una oportunidad justa.
La clase trabajadora es el motor de toda economía. En un sistema democrático y transparente, los trabajadores pueden organizarse, negociar mejores condiciones laborales y participar en la creación de políticas que les afecten. Por ejemplo, en Panamá, un país con un entorno democrático sólido, se han implementado diversas políticas y regulaciones que protegen los derechos de los trabajadores, al mismo tiempo que fomentan un ambiente que favorece la inversión y el crecimiento empresarial.
En contraste, en regímenes de izquierda o dictaduras, los derechos laborales son a menudo sacrificados en nombre de la estabilidad o la ideología política. Esto no solo afecta a los trabajadores, sino que también desalienta a los inversores y genera un clima de incertidumbre que puede resultar perjudicial para el crecimiento económico.
En un entorno democrático y con un Estado de derecho robusto, la preparación se convierte en un factor clave. Los profesionales tienen la posibilidad de formarse, adquirir nuevas competencias y estar listos para aprovechar las oportunidades que surjan. Sin embargo, estar preparado es solo una parte del proceso; también es vital saber identificar y capitalizar esos momentos decisivos.
En un mundo donde todos compiten en igualdad de condiciones, quienes están mejor preparados y tienen la capacidad de adaptarse estarán en una posición más favorable para alcanzar sus objetivos. La buena preparación, junto con la habilidad para reconocer el momento oportuno y actuar, es lo que permite a personas y empresas crecer y prosperar.
La democracia y el Estado de derecho generan un entorno en el que realmente puede prosperar la oportunidad para todos. Por el contrario, los regímenes autoritarios limitan el potencial de crecimiento y bienestar de sus ciudadanos. La diferencia entre Panamá, como ejemplo de un sistema democrático, y naciones como Cuba, Nicaragua y Venezuela, nos recuerda que el camino hacia un crecimiento sostenible implica ofrecer igualdad de oportunidades.
Al final del día, en un mundo donde las oportunidades son realmente accesibles para todos, la preparación, la perseverancia y la capacidad de aprovechar el momento potenciarán el crecimiento. Promovamos un entorno donde la democracia y el Estado de derecho no solo sean respetados, sino también fomentados, para asegurar que cada individuo, sin importar su procedencia, tenga la oportunidad de alcanzar sus sueños y contribuir al desarrollo económico de sus países.
El autor es consultor Country Managing Partner – EY
