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La tensión perpetua entre Rusia y Europa (IV)

La tensión perpetua entre Rusia y Europa (IV)
Trump y Putin / Getty Images

El 24 de febrero de 2022 pasará a la historia por marcar el inicio de la invasión rusa a Ucrania, desatando el mayor conflicto bélico en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. En mi entrega anterior te contaba que el enfrentamiento entre Kiev y los rebeldes prorrusos en la región del Donbás cesó con la firma de los Acuerdos de Minsk de 2015, que comprometieron a ambas partes a subsanar la situación mediante diversos procesos democráticos. No obstante, a lo largo de los años, Rusia y Ucrania se han pasado acusándose entre sí de incumplir las condiciones pactadas. Rusia nunca obligó a los separatistas prorrusos a deponer las armas y Ucrania nunca convocó un solo referéndum en las provincias del Donbás, alegando que Rusia había repoblado la región con ciudadanos rusos para favorecer los resultados.

A su vez, Vladimir Putin sostiene que estos incumplimientos, sumados a la “amenaza existencial” que representa la constante y agresiva interferencia de la OTAN en la esfera de influencia rusa, constituyen el casus belli que justifica la guerra contra Ucrania.

Ante un fallido intento inicial de tomar Kiev, al norte del país –ya que la capital ucraniana pudo resistir los embates contra todo pronóstico–, Rusia concentró sus ataques en el sudeste. Luego de tres años de guerra, Ucrania no ha podido recuperar ese territorio perdido, aunque ha resistido mayores avances rusos. Pese a que la guerra es muy asimétrica en favor de Rusia, no puede negarse que Ucrania ha conseguido ciertas victorias pírricas, con altas dosis de patriotismo y visión estratégica, contra importantes objetivos energéticos y militares de su enemigo; como, por ejemplo, el ataque al mayor buque de guerra de la flota rusa en el mar Negro, la demolición parcial del puente marino que conecta Crimea con Rusia o la destrucción de varios bombarderos en bases aéreas en territorio ruso. Todo ello gracias al enorme arsenal proporcionado por la OTAN. Sin embargo, no debe descartarse el admirable –y sorprendente– uso de los drones de combate fabricados en la misma Ucrania.

Los miembros europeos de la OTAN se han comprometido a aumentar sus respectivos presupuestos de defensa hasta alcanzar el 5% del PIB de cada país para el año 2030; algo a lo que muchos ciudadanos se han opuesto por el grave impacto que tendrá semejante gasto en sus presupuestos fiscales y, sobre todo, en sus programas sociales. No obstante, existe un temor real a una futura guerra a gran escala con Rusia, sin hablar del enérgico rechazo de Donald Trump a que Estados Unidos siga asumiendo una parte desproporcionada del gasto de defensa de Europa. Y más aún ahora que Washington ha tenido que aumentar su arsenal bélico en los teatros tanto del Pacífico, para controlar a China, su mayor adversario, como del Medio Oriente, para apoyar a Israel, su mayor aliado.

Además de suplir su armamento, Europa y Estados Unidos han apoyado a Kiev con una masiva asistencia financiera y con fuertes sanciones contra Rusia y los activos de oligarcas ligados al Kremlin. Ahora bien, las mayores sanciones económicas –aplicadas a su industria energética– no han tenido el efecto deseado, ya que Rusia sigue supliendo enormes cantidades de combustible fósil a China e India.

Estos países no son los únicos adictos al gas ruso. En las últimas dos décadas, debido a cambios sustanciales en la política energética de las principales economías europeas, su dependencia del combustible proveniente de Rusia ha ido aumentando de forma exponencial. Incluso se llegaron a construir dos gasoductos submarinos Nord Stream, para conectar a Rusia y Alemania a través del mar Báltico.

Al margen de su retórica, Europa hasta la fecha invierte mucho más en comprarle combustibles fósiles a Rusia que en apoyar a Ucrania. Esta paradójica situación podría cambiar de forma drástica por el reciente acuerdo comercial suscrito entre la Unión Europea y Estados Unidos para incrementar la adquisición de gas estadounidense. Por último, no olvidemos que otro grave impacto de la guerra ha sido el alza en los precios del trigo, el maíz y la cebada, por verse muy afectada la producción agrícola de Ucrania, un importante exportador mundial de estos granos.

La quinta entrega de este álgido tema vendrá muy pronto.

El autor es abogado.


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