Desde mi experiencia como madre de dos niños y como pediatra que ha tenido el privilegio de acompañar a cientos de madres durante los primeros días y meses de su maternidad, puedo afirmar con certeza que la lactancia materna es la mejor forma de alimentar a nuestros hijos en sus primeros meses de vida. Sin embargo, también reconozco que no siempre es un camino fácil.
Amamantar no es solo un proceso biológico o fisiológico que ocurre de manera espontánea y sin dificultades. Para que la lactancia materna se establezca con éxito, es necesario un entorno que la favorezca y la proteja. No podemos seguir poniendo toda la responsabilidad en las madres, como si se tratara únicamente de una decisión individual, cuando en realidad es un acto que requiere el apoyo de toda la sociedad.
Uno de los pilares fundamentales para mejorar las tasas de lactancia materna es la implementación de políticas públicas que protejan tanto a la madre como al bebé. Es imperativo aumentar el tiempo de licencia de maternidad para que las madres puedan establecer la lactancia sin la presión de regresar al trabajo cuando su bebé tiene apenas dos o tres meses de edad. Del mismo modo, es crucial otorgar a los padres más de los tres días hábiles remunerados que hoy se conceden, para que puedan acompañar, ayudar e involucrarse activamente en la crianza del nuevo integrante de la familia. La lactancia es una tarea compartida, y el apoyo del padre o la pareja puede marcar una gran diferencia en la experiencia de la madre y en el éxito de la lactancia.
Además, se deben establecer salas de lactancia en los lugares de trabajo para que las mujeres puedan extraerse y almacenar su leche de manera segura. La falta de estos espacios sigue siendo una de las principales barreras para la continuidad de la lactancia materna exclusiva. Si realmente queremos favorecer la lactancia, debemos garantizar condiciones adecuadas para que las madres puedan conciliar su vida laboral y familiar sin tener que sacrificar la alimentación de sus hijos.
Otro aspecto fundamental es la formación de los profesionales de la salud en escucha activa y empatía. Médicos, enfermeras y consultores en lactancia deben aprender a escuchar antes de hablar y, sobre todo, a no juzgar a una madre que busca ayuda porque siente que no puede o no sabe cómo amamantar. La culpa y la presión social no contribuyen; el acompañamiento respetuoso y la información clara sí lo hacen.
La lactancia materna es un derecho de los bebés y de sus madres, pero también una responsabilidad compartida. Por ello, invito a la reflexión: desde el rol que cada uno desempeña, ya sea como profesional de la salud, legislador, empresario, empleador o simplemente como miembro de la comunidad, ¿qué estamos haciendo para favorecer e impulsar la lactancia materna? Crear un entorno favorable para la lactancia no solo beneficia a las familias, sino que representa una inversión en la salud pública y el bienestar de futuras generaciones.
Es momento de actuar con conciencia y compromiso, sin juzgar, sino creando un ecosistema que brinde verdadero apoyo a las familias que reciben a un bebé, proporcionando el respaldo y las condiciones necesarias para que la lactancia materna sea una experiencia positiva y sostenible para todos.
La autora es médico pediatra, mamá y promotora del bienestar infantil.