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Las bibliotecas públicas: más allá de los márgenes de la libertad

“De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación”, sentenció Jorge Luis Borges. No sabemos cuántas veces se ha citado este dictamen, pero sin duda es uno de los argumentos más poderosos cuando se trata de defender al libro.

Otra invención, tan antigua como la memoria de los tiempos y por la que lucharon y murieron miles de hombres y mujeres, es la biblioteca. Basta con pensar en Euclides, Arquímedes, Aristarco, Alejandro, los Ptolomeo, reyes y príncipes, para imaginar el valor de las bibliotecas. Igual que el libro, de los cientos de cosas maravillosas que ha inventado el ser humano, la idea de preservar la memoria en un espacio donde se custodia de forma infinita el conocimiento, es un hecho fantástico. La existencia de las bibliotecas es un hecho asombroso en el universo.

El miércoles 30 de agosto se aprobó en tercer debate el proyecto de ley 755, que establece el marco jurídico de las bibliotecas públicas en Panamá. La ley tiene por objeto desarrollar y complementar la Ley General de Cultura en lo referente a las políticas de fortalecimiento de las bibliotecas públicas, mediante el establecimiento de un marco normativo que regule las bibliotecas públicas del país, los principios que deben regir su funcionamiento, así como sus servicios, organización, el personal bibliotecario y sus espacios.

Entre otros objetivos, la ley busca garantizar el reconocimiento del derecho a participar en la vida cultural contemplado en la Constitución Política. Reformular el concepto tradicional de biblioteca mediante la ampliación y optimización de los servicios básicos brindados, además de la incorporación de un enfoque incluyente, democrático y participativo en la prestación de los mismos. Democratizar el uso y acceso a los espacios y servicios bibliotecarios. Establecer los servicios bibliotecarios para garantizar el reconocimiento de los derechos culturales a la población.

La lectura es un derecho. Así como el derecho a tener educación y al conocimiento del alfabeto, leer es un derecho que tienen todas las personas y es por eso por lo que las bibliotecas públicas siguen siendo el equipamiento cultural más importante que valida la democracia. Para muchos, las bibliotecas son lugares inútiles porque el internet ha venido a llenar la necesidad de la información. Nada más falso.

Las bibliotecas son el único espacio donde la mediación humana es fundamental para el ejercicio de la libertad, algo que el ciberespacio no garantiza. La biblioteca es el lugar donde hay acogida para los que están más allá de los márgenes de la libertad. Es la biblioteca el recinto donde la diversidad y la modernidad hacen alianzas. Jamás la tecnología ha estado al servicio de la destrucción de las bibliotecas. Desde la invención de la escritura al libro, la tecnología ha estado al servicio de la gente.

Por esa razón, Genevieve Patte reflexiona: “Más que nunca, la biblioteca debe estar a la escucha. A su alrededor se tejen hilos. La biblioteca adquiere entonces rostros de una infinita variedad; con internet, llega a redes que le permiten intercambiar experiencias y reflexiones y así hacer avanzar incansablemente la causa de la lectura para todos”.

La dinámica de las bibliotecas de hoy es distinta y es diversa. Hace tiempo dejaron de ser ese lugar de castigo donde los estudiantes eran enviados a pagar como si fueran al purgatorio. Podemos pensar en bibliotecas como encuentros para la ciudadanía, donde fluye la conversación, las ideas, las reflexiones, los diálogos, la creatividad. Son bibliotecas que cuidan, que sanan, que construyen y son solidarias; son organismos de base que le dan vida a la comunidad. Son estructuras de salvación y posibilidad.

Es por eso por lo que la ley de las bibliotecas es necesaria, porque estos santuarios necesitan hoy día de la ayuda de todos para volver a ser innovadores, sostenibles, creativos; estructuras verdaderamente dignas, porque es un derecho de la gente. Todos los países desarrollados presumen sus bibliotecas. Las grandes potencias en el mundo tienen las mejores bibliotecas. Solo las mentes mediocres y subdesarrolladas piensan que el internet ha sustituido a las bibliotecas.

Todo lo contrario, la biblioteca que necesitamos debe ser moderna, con acceso a las redes, salas especiales, libros en buen estado, personal idóneo que ame lo que hace y con salarios dignos, programas y estrategias de todo tipo que lleguen a los marginados, a los que no pueden pagar el cable ni el internet. La biblioteca que necesitamos no tiene muros ni fronteras, tiene mediadores de lectura y bibliotecarios que conocen los derechos culturales de todos.

Las bibliotecas que necesitamos proporcionan bienestar. Son el lugar donde se favorece la inclusión, la integración, la empatía, la resiliencia, la tolerancia, la solidaridad, la participación, la emergencia de identidades. Dice Patte: “debemos pensar y repensar continuamente la biblioteca en sus fundamentos humanos, sociales y culturales”. Las bibliotecas de un país son sinónimo de desarrollo y progreso, y son el reflejo de lo que verdaderamente somos.

El autor es escritor.


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