Durante años, los países en desarrollo de Latinoamérica han construido sus economías alrededor de la demanda de mercados más avanzados, convirtiéndose en exportadores de materias primas y consumidores de productos manufacturados. Esta situación ha provocado una marcada dependencia de decisiones económicas, políticas y geopolíticas de naciones ajenas, dejando a nuestras economías expuestas ante crisis externas, restricciones comerciales y fluctuaciones en la demanda global.
La pregunta que debemos plantearnos es: ¿por qué seguimos atados a actores externos cuando contamos con un mercado regional que tiene un potencial de crecimiento inmenso? Reevaluar nuestra estrategia comercial dentro de Latinoamérica es fundamental para disminuir nuestra vulnerabilidad y fortalecer nuestras economías aprovechando nuestras propias capacidades y recursos.
El talón de Aquiles de la dependencia comercial
La historia reciente nos ha enseñado cómo las decisiones unilaterales de potencias económicas impactan de manera directa el comercio y la estabilidad económica de los países en desarrollo. Desde los aranceles impuestos por Estados Unidos hasta las restricciones ambientales y sanitarias de la Unión Europea, los mercados latinoamericanos han quedado atrapados en una relación desigual, donde se dictan condiciones que perjudican el flujo de exportaciones e importaciones.
A esto se añade la inestabilidad de los mercados financieros y la vulnerabilidad frente a cambios en el tipo de cambio, ya que muchas economías de la región dependen del dólar y otras monedas fuertes para sus transacciones comerciales internacionales. Esta realidad exacerba la inestabilidad económica y deja a las naciones sin margen de maniobra ante crisis globales.
La gran oportunidad: un mercado regional más fuerte
El reto para los países latinoamericanos no debería ser seguir pidiendo condiciones más favorables a las economías desarrolladas, sino construir redes de comercio e inversión más sólidas y efectivas. Hoy en día, el comercio intrarregional en América Latina representa solo entre el 15% y el 20% del total de exportaciones, una cifra muy baja en comparación con otras regiones, como la Unión Europea (cerca del 60%) o Asia (aproximadamente 50%).
El potencial de crecimiento del comercio entre países latinoamericanos es enorme. Existen complementariedades económicas que podrían ser aprovechadas si se implementan estrategias claras para reducir barreras comerciales, mejorar la infraestructura logística y armonizar regulaciones. Un enfoque estratégico permitiría la creación de cadenas de valor regionales que beneficien a múltiples países y reduzcan la necesidad de depender de mercados externos.
Claves para una estrategia comercial regional sólida
Mayor integración económica: es tiempo de fortalecer bloques comerciales como el Mercosur, la Alianza del Pacífico y el SICA, con un enfoque pragmático que priorice el comercio real sobre la burocracia diplomática.
Inversión en infraestructura y logística: la falta de conectividad terrestre y marítima entre los países de la región encarece el comercio interno y limita las posibilidades de integración. Construir corredores logísticos eficientes es clave para mejorar la competitividad.
Diversificación de productos y servicios: muchas economías latinoamericanas dependen de la exportación de materias primas. Es hora de impulsar el desarrollo industrial y la exportación de productos con mayor valor agregado dentro de la región.
Monedas locales y mecanismos financieros regionales: disminuir la dependencia del dólar en las transacciones comerciales mediante acuerdos de compensación en monedas locales o establecer un sistema de pagos regional ayudaría a proteger nuestras economías de la volatilidad de divisas extranjeras.
Políticas comerciales coordinadas: América Latina debe dejar atrás el proteccionismo extremo y las barreras arancelarias innecesarias entre sus propios países. Facilitar el comercio interno es el primer paso para fortalecer el mercado regional.
Conclusión: la decisión está en nuestras manos
Los países en desarrollo de América Latina confrontan una valiosa oportunidad para transformar sus economías y disminuir su vulnerabilidad ante factores externos. Pero esto no ocurrirá si continuamos confiando en la dependencia de mercados desarrollados sin reforzar nuestro propio comercio interno.
Es hora de cambiar de mentalidad, comprendiendo que el crecimiento y la estabilidad económica deben surgir desde dentro, a través de estrategias claras de integración regional que nos permitan crear riqueza sin depender de decisiones ajenas.
La clave para el futuro de Latinoamérica no reside en seguir esperando mejores condiciones de los mercados desarrollados, sino en construir un modelo comercial propio que sea fuerte y sostenible. La oportunidad está aquí. Solo falta la voluntad política y empresarial para aprovecharla.
Luis Eduardo Ocando B. Country Managing Partner – EY