He trabajo en muchos países y obtenido una dilatada y gratificante experiencia en todos estos años, pero les confieso que nunca antes había vivido una situación tan extremadamente preocupante y disparatada como la que vivimos en Panamá de casi un mes a esta parte.
Puedo dar fe mejor que nadie de que los procesos de obtención del mineral que se siguen en el proyecto de Minera son los más exigentes y estrictos del mundo, que funcionan con una normativa que contempla el respeto y cuidado del medio ambiente, que invierten tanto tiempo como dinero en formar a sus equipos humanos de una manera apropiada, destacando de manera relevante la importancia que le prestan al concepto de la seguridad de las personas y que, en definitiva, se esfuerzan por hacer lo mejor posible su trabajo.
De manera incomprensible y a pesar de que la actividad de la minería se practica en Panamá desde hace 26 años, de un día para otro se han unido fuerzas dispares para promover una campaña demoledora en contra de Minera, intoxicando a los ciudadanos con información falsa y aseverando poco más o menos que estamos a las puertas del juicio final de la mano de una empresa que tan solo genera ruina y destrucción.
Con no poca tristeza observo que casi todos los medios, lejos de tratar de ser objetivos y ofrecer una información veraz, que siempre es susceptible de verificarse previa investigación, se han sumado a la causa de una manera feroz llegando a definir los acontecimientos con tintes tendenciosos que invitan a pensar siempre mal de la compañía.
Los ciudadanos de Panamá sufren a diario por no tener carreteras en buen estado, porque no les llega el agua, porque hay interrupciones del suministro eléctrico, porque sus hijos no pueden asistir a clase en instalaciones dignas, etc., pero estas carencias que en cualquier otro lugar serían motivo de rebelión han pasado a un lugar irrelevante en comparación con la prioridad que todos los medios le vienen prestando al contrato de la minera.
Casi ninguno ha reparado en los miles de familias que viven por los recursos que les proporciona su relación laboral o comercial con la compañía.
Casi nadie tiene en cuenta que es la empresa que cotiza en mayor medida a la CSS.
Los indígenas, desde su feliz ignorancia, son debidamente manipulados y sobornados por esas fuerzas oscuras cuyo interés principal es la desestabilización del país y el caos consiguiente, para facilitar después un posicionamiento político que ya le permita campar a sus anchas e instaurar el régimen de turno, similar a Venezuela, Nicaragua, Cuba, etc.
Pero lo que resulta más preocupante es que la situación de desorden total que le afecta a la inmensa mayoría de la población y que está llevando a la ruina a cientos de empresas y personas, se acepta como algo normal y por lo que merece la pena sufrir, porque todo terminará cuando se consiga el cierre de la mina.
La compañía ha realizado una inversión enorme al amparo de las perspectivas favorables que le han presentado los diferentes gobiernos y de una supuesta seguridad jurídica que siempre prevalecería por encima de posibles situaciones de tensión.
A diario asistimos a interpretaciones del contrato de iluminados que dicen conocer entresijos de cláusulas, leyes, historias y mil cuentos que tan solo conocen los intervinientes.
Los gremios que promueven los cierres se permiten presionar a la Corte para que decida pronto y lo que es peor, para que decidan lo que ellos entienden que deben de decidir, sin la menor concesión a la duda, faltando así al respeto de magistrados y despreciando su experiencia y conocimiento.
Al mismo tiempo, elogian las bondades de la situación privilegiada de Panamá, en la que sería posible un turismo asociado a la naturaleza, pero olvidando que para que llegue ese turismo es necesario educar de manera previa a los ciudadanos, disponer de un servicio de recogida de basura que suprima la existencia de montañas de deshechos en la misma puerta de las casas, que existan carreteras por las que circular con cierta tranquilidad, que se les permita llegar a los aeropuertos para tomar sus vuelos y que al final puedan llegar inversores que hagan realidad la generación del oro verde.
Termino invitando a los ciudadanos a que hagan valer su propio criterio, que investiguen y formen su opinión de manera razonable, que no se dejen llevar por opiniones contaminadas y tendenciosas y, muy especialmente, que respeten a quienes se ganan la vida, muy honestamente por cierto, mediante los ingresos que genera su trabajo o relación comercial con Minera Panamá.
Hoy por hoy, estamos condenados sin mediar un juicio previo, de la mano de unos fiscales tan parciales como torcidos y eso es simplemente una clara injusticia.
No entro a valorar las consecuencias de llevar hasta el final el posible cierre del proyecto, porque en este caso, más que en ningún otro, en la penitencia irá la pena...
El autor tiene una empresa que presta servicio a Minera Panamá