Los jóvenes: un primer empleo decente y sostenible



El Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC) indica que el porcentaje de desempleo general ha disminuido en los últimos tres años (2021: 8.5%; 2022: 8.2%; 2023: 5.8%). De igual manera, ha sucedido con el desempleo juvenil (2021: 21.3%; 2022: 19.9%; 2023: 15.4%). Este último sigue siendo en los dos últimos años el doble y triple del porcentaje respecto al desempleo general, respectivamente. La informalidad se ha mantenido constante (2021: 47.6%; 2022: 48.2%; 2023: 47.4%) y, aunque no hemos desagregado cifras de jóvenes en la informalidad, sí tenemos muchos jóvenes que generan ingresos, pero sin pagar impuestos ni seguridad social. Con las consecuencias propias de ese escenario, no pueden obtener créditos bancarios ni tienen acceso a la cobertura de la seguridad social.

Por otro lado, en nuestro contexto local, es usual que en los anuncios de oportunidades laborales se solicite experiencia laboral de años, lo que directamente excluye a los jóvenes graduados de oficios, formación técnica y carreras universitarias que terminan sus estudios para insertarse en el mercado laboral. Al no tener la experiencia requerida, no se les toma en cuenta para estas vacantes.

Como país, estamos claros de que la población entre 18 y 29 años es un sector al que se le hace más difícil incorporarse al mercado laboral (la tasa de desempleo juvenil es mayor que la tasa de desempleo general). Por tanto, debemos enfocarnos como país (todos los sectores) en la sostenibilidad de programas y proyectos de empleabilidad juvenil, los cuales dependerán de la formulación de políticas públicas de empleo centradas en la población juvenil.

La primera acción estratégica es la orientación vocacional para el empleo, con el objetivo de incentivar que los jóvenes estudien o se interesen por oficios y carreras que demanda el mercado laboral. Se les debe dar a conocer los sectores de mayor demanda de trabajadores y las posiciones laborales más requeridas en cada sector.

La segunda acción estratégica es el reforzamiento de las habilidades cognitivas y socioemocionales para el trabajo. Estas habilidades contribuyen a que los jóvenes se desenvuelvan exitosamente en el trabajo y, de manera general, en la vida. Estas habilidades son inherentes y pertinentes en cualquier oficio o carrera. De hecho, cada día más, las empresas buscan candidatos con estas habilidades: cognitivas (capacidades y procesos mentales para el aprendizaje, procesamiento de la información y la toma de decisiones); y socioemocionales (capacidades de regulación de las emociones, tanto las propias como las de otras personas, que incluyen perseverancia, autocontrol, confianza, autoestima, resiliencia y empatía, entre otras).

La tercera acción estratégica es la inserción laboral de los jóvenes en el sector productivo. En este punto, desde la empresa privada, con el apoyo del sector gubernamental, se debe promover planificadamente la creación de oportunidades laborales para jóvenes en las edades señaladas (primer empleo, técnicos y profesionales recién graduados, etc.). Este debe ser uno de los objetivos para que el crecimiento económico se convierta en un motor de creación de empleos. El sector empresarial debe reforzar el enfoque en promover que los jóvenes se incorporen a los sectores de la economía en crecimiento, pues el futuro del empleo cambiará eminentemente, y los cambios deben ser asimilados. Los jóvenes enfrentarán estos retos laborales con mayor eficiencia.

La coyuntura es oportuna con el inicio de un nuevo periodo gubernamental para que también se haga una revisión de la formación técnica, profesional y universitaria, y validar que las ofertas de formación son coherentes y pertinentes con las demandas del mercado laboral. Solo en esta dirección y con una hoja de ruta identificada, con la participación de todos los actores sociales, se podrá crear trabajo decente para jóvenes y así promover un crecimiento humano sostenible paralelo al crecimiento económico.

El autor es psicólogo social y laboral.


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