En “Esto es lo que Maquiavelo hubiera dicho sobre las primarias republicanas” (The Washington Post, 4 de enero de 2016), Alissa Ardito se basó en los escritos del florentino, especialmente en El príncipe, para evaluar varios de los candidatos a la nominación republicana.
Ardito encontró que ni Ted Cruz ni Donald Trump, los dos que ella consideraba como los más maquiavélicos, cumplió ninguna de las recetas de Maquiavelo. Maquiavelo eligió a César Borgia, duque de Valentino, como un modelo digno de imitar para cualquier persona que, como Trump, aspire a ascender del nivel privado al principado. En sus propias palabras, “no sé qué mejor precepto dar a un nuevo príncipe que el ejemplo de sus acciones”.
Borgia era hijo ilegítimo de un cardenal que más tarde pasó a ser el papa Alejandro VI. Se inició en el poder cuando su padre moldeó un Estado para él recurriendo a los dominios papales. Hecho eso, el duque se extendió por su cuenta. Al percibir que las tropas auxiliares le hacían dependiente de los favores de otros, y que los mercenarios no eran fiables, determinó emprender la guerra solo con fuerzas leales a él.
Según Maquiavelo, Valentino casi tuvo éxito en sus ambiciosos planes de conquistar el norte de Italia, pero se le acabó el tiempo: cuando su padre murió y fue sucedido por un papa hostil, y su propia salud le falló, lo perdió todo. No fueron solo las jugadas de poder de Borgia las que le ganaron la admiración de Maquiavelo, sino dos de sus características. Una era la virtud, pluralmente traducida por valores como la capacidad, la competencia, el ingenio o la habilidad; la audacia, el valor, el coraje, la impetuosidad, la temeridad o el valor; el empuje, la energía, la ferocidad, la diligencia, el espíritu o la fuerza. La otra era prudencia que, según el contexto, significa perspicacia, visión de futuro, inteligencia, juicio, sagacidad, astucia o sabiduría.
De todos los candidatos a presidente, Trump es el más comparable al duque de Valentino. Ningún presidente ha ascendido a la Casa Blanca sin experiencia previa en cargos de elección popular o sin ostentar un alto rango militar. En este sentido, se puede decir que Trump carece de legitimidad. Sin embargo, en un notable despliegue de audacia, irrumpió a la contienda con bombos y platillos. Afirmó que, al ser un multimillonario, no necesitaría contribuciones políticas para financiar su campaña y no le debería nada a cabilderos adinerados. Habló con desprecio de la dependencia de sus rivales en consultores políticos. Atacó a las élites de ambos partidos y a la “expertocracia”, y rompió las reglas del discurso cortés, agrediendo verbalmente a las vacas sagradas de la derecha y la izquierda, y lanzando insultos con calculado abandono.
Como plataforma, al principio, ofreció poco más que pura bravuconería. Durante meses, casi monopolizó la atención de los medios con una manipulación inteligente de su apetito por lo extraño y lo extravagante. Y, uno tras otro, Trump emboscó a sus rivales más importantes en los debates, las ruedas de prensa y en Twitter, ridiculizando y hasta “asesinando el carácter” de algunos de ellos (y no solo de ellos: también la emprendió contra periodistas y editores), cebándose especialmente en desacreditar a Jeb Bush.
Por lo tanto, hay buenas razones para decir que Trump es, de hecho, maquiavélico. Me refiero a lo que se entiende por ese término, es decir, un cazador inescrupuloso del poder que recurre a cualquier medio para adquirir o conservar el dominio de un Estado. Hasta ahora, ha tenido éxito más allá de las expectativas de cualquiera, incluidas, tal vez, las suyas. Pero en el penúltimo capítulo de El príncipe, Maquiavelo observa compungido que la mayoría de los líderes políticos no se adaptan a las circunstancias cambiantes. Siguen haciendo lo que les dio resultados en el pasado, aun cuando la situación exige un enfoque diferente, y por lo tanto caen en la ruina. Lo que plantea una pregunta: si lo que era inconcebible hace unos meses llegara a suceder, ¿actuaría un presidente Trump de manera diferente en la Casa Blanca que como lo ha hecho durante su campaña?
